Entramos ya en la recta final de las campañas electorales. Cada vez falta menos, y el proceso electoral está a la vuelta de la esquina. Reza el dicho popular: “No hay plazo que no se cumpla, ni fecha que no llegue”. Y llegaremos, si Dios nos da vida, al 3 de junio, el día después de la elección.
En el caso de Jalisco, así lo marcan las encuestas, aunque algunos no lo quieran ver. Se han cerrado las preferencias. Es decir, la batalla por la gubernatura del estado es de pronóstico reservado, porque aún no hay un claro vencedor.
Quienes me conocen saben que soy un acucioso seguidor de las encuestas, primero por interés académico y luego por gusto personal. Y entre abril y mayo, al momento se han dado a conocer 16 encuestas, de las cuales, varias son de dudosa reputación y por ende, credibilidad. Pero, asumiendo sin conceder, siete dan como vencedor a Pablo Lemus, y nueve a Claudia Delgadillo. Lo difícil es decidir. ¿A cuál creerle?. Si las promediamos, la diferencia entre uno y otro no es mayor al 2%, es decir, no hay un claro vencedor si le hacemos caso a los promedios generales. Lo cierto es, que en los diferentes equipos se manejan cifras de las encuestas, pero ninguna de ellas muestra una diferencia holgada que nos pueda decir, al día de hoy, quién ganará la elección. Digamos que, a poco menos de un mes, la moneda sigue en el aire.
Además, diversas señales apuntan a que existe nerviosismo y preocupación en los cuartos de guerra. ¿Por qué se ha intensificado la guerra sucia patrocinada (pagada) en las diferentes redes sociales en contra de la candidata Claudia Delgadillo? Dicen los que saben del tema que quien se asume puntero en las preferencias electorales no tiene necesidad de atacar a los contrincantes. Sin embargo, hemos sido testigos de un sinnúmero de perfiles falsos (bots) que postean permanentemente descalificaciones hacia Claudia Delgadillo.
Algunos dirán: “En la guerra y en el amor, todo se vale”; y otros: “Si no quieres pasear, ¿para qué te subes al carrito?”. Pero eso sería, en todo caso, normalizar que en las campañas debe haber golpes bajos, con guerra sucia que trata de confundir al electorado difundiendo verdades a medias o simplemente noticias falsas (fake news) que intentan construir narrativas para desvirtuar la percepción de los jaliscienses de cara a la elección.
Aunado a ello, hubo calificativos en el debate que estuvieron de más. Y no cayeron nada bien en un sector de la población, principalmente en aquellos grupos feministas que no forman parte de Movimiento Ciudadano. Es decir, todo es según el color del cristal con que se mira. Pero cierto es que el horno no está para bollos; y le dan sonaja al niño risueño. Y no, no soy el Chapulín Colorado; simplemente, se me vienen tantos dichos populares tan sabios que aplican a estos casos. Al intentar reflexionar, terminó por repetir lo que decía Juan Gabriel: “Pero qué necesidad…”
En conclusión, el asunto está escalando, y muchos lo están minimizando. Pero lo sucedido no es cosa menor. Tenemos que reeducarnos para no normalizar la violencia contra las mujeres, y menos si se trata de minimizar su camino y trayectoria para llegar hasta donde tanto trabajo les ha costado llegar a los espacios públicos. Callarse y ser un simple testigo ya no es una opción; se necesita alzar la voz para no trivializar este tipo de descalificaciones.