Yuval Noah Harari, historiador israelí, saltó a la fama en 2014 con Sapiens: De animales a dioses, en el que estudió la evolución macro-histórica de nuestra especie. En 2016 publicó Homo Deus: Breve historia del mañana, dedicado al futuro de largo plazo. Ahora ha aparecido un nuevo trabajo dedicado a diagnosticar el momento presente y a pensar sobre los predicamentos del siglo veintiuno. Se llama 21 Lecciones para el siglo XXI.
No posee, este libro, una estructura monográfica como los anteriores y tampoco está remitido, en lo fundamental, al pasado y al futuro; más bien, explora el cambio social contemporáneo, el cual tiene, como afirma el autor, muchas hebras, es decir, muchos aspectos dignos de tomarse en cuenta que difícilmente pueden ser capturados con una sola mirada. ¿Quién puede jactarse de ofrecer una explicación que abarque el cúmulo de transformaciones que la humanidad está experimentando hoy en día?
Y no sólo eso, sino que muy pocas personas pueden dedicarse a analizar lo que está pasando porque viven absortas resolviendo sus propios problemas. Todos tenemos que sobrevivir y lo hacemos, la mayor parte del tiempo, a costa de no considerar las condiciones que influyen en nuestras vidas, ya no digamos meditar para tratar de conocernos mejor a nosotros mismos y con ello procurarnos un mejor sitio en este mundo desbocado. Así, mientras nos esforzamos para salir adelante con nuestras obligaciones, el planeta puede estar llegando al límite de sus capacidades para sostener la vida, o una empresa tecnológica puede estar desarrollando una invención que hará de nuestra profesión o empleo algo prescindible.
Hoy nadie, ni siquiera los encargados de diseñar estrategias y servicios financieros, tiene una comprensión cabal del rumbo de la economía. Por eso, el texto de Harari no tiene un tema único, sino que discurre por un conjunto de transformaciones que trastocan nuestras creencias más acendradas y ponen en riesgo nuestros más caros valores. Desde la libertad y la igualdad, hasta nuestros sentimientos de comunidad y falta de sentido, la forma en que nos educamos y nos preparamos para la vida, además de los riesgos de la guerra o la destrucción de la verdad a que nos han sometido muchos políticos contemporáneos, por mencionar algunas temáticas.
Acaso porque nuestras más caras convicciones están amenazadas, el relato liberal está en cuestión, (el último de nuestro tiempo que quedaba vivo, según Harari, porque el fascismo y el comunismo fueron abandonados hace varias décadas). ¿Quién cree hoy en la libertad cuando nuestras decisiones personales son influidas todos los días por estrategias de mercadotecnia sustentadas en la información sobre nuestros hábitos de consumo y exploración de temas de interés en la Internet?
¿Quién puede tener fe en el libre mercado cuando el problema ya no es, necesariamente, ser explotado sino volverse irrelevante? Esto para no hablar de dos hechos traídos en estos años de globalización propulsada por lo que Harari llama la infotecnología y la biotecnología: la pérdida del empleo y la erosión de la creencia de que tener una profesión u oficio era suficiente para salir adelante a lo largo de la vida. Como sabemos, muchas actividades –las de los abogados, los profesores, los pilotos aviadores, los policías y los choferes, por mencionar algunas– pueden ser mejor ejecutadas por robots o por aplicaciones de la inteligencia artificial.
El tema de fondo es añejo aunque dentro de no mucho tiempo podría adquirir un tono particularmente dramático: el hecho de que la tecnología, creación humana, parece trabajar de consuno con intereses egoístas y somete a los seres humanos a sus dictados. Harari hace una precisión clave. Lo que puede ocurrir no es lo que anuncian las películas de ciencia ficción –que los robots se rebelen contra los hombres y los sometan a su dominación–, sino que surja “una pequeña élite de superhumanos empoderada por algoritmos y una enorme subclase de Homo sapiens despoderados”.
La confluencia de los hallazgos de la biotecnología y la infotecnología podría dar pie al surgimiento de una nueva aristocracia que además de concentrar la riqueza, concentre la salud, la creatividad y la belleza. Las masas obreras tuvieron poder político y capacidad para impulsar sus reivindicaciones mientras fueron necesarias para las industrias y el capital. En cambio, es probable que en nuestros días, conforme irrumpan las disrupciones provocadas por las innovaciones tecnológicas e informáticas, se volverán tan prescindibles que tampoco los Estados podrían tener suficientes “incentivos para invertir en su salud, su educación y su bienestar”.
Leer a Harari resulta arduo, pero es mejor saber que ignorar lo que pasa. A pesar de todo, querida lectora o lector, le deseo un feliz 2019. Muchas gracias por su generosa atención durante 2018. Y muchas gracias a Notivox Jalisco por otro año de abrirme sus puertas.
Harari y sus lecciones para el Siglo XXI
- Atrevimientos
-
-
Héctor Raúl Solís Gadea
Jalisco /