El viernes pasado, en el CUCSH (Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades), de la Universidad de Guadalajara, se celebró el sexagésimo aniversario de la fundación de la vieja Facultad de Filosofía y Letras. La propuesta vino del doctor en Historia, David Carbajal López, y de la comunidad académica que dirige, es decir, la División de Estudios Históricos y Humanos.
Un resfriado impidió mi presencia física en el sitio, lo que desde luego lamenté. Naturalmente que me hubiera gustado estar allí y ver antiguos compañeros; recordar el pasado que nos enlaza a todos los que habitamos alguna vez, como estudiantes o profesores, las aulas de la Facultad.
Se me ocurrió una fórmula para estar presente: pedirle a David Carbajal que leyera, en mi nombre, unas palabras alusivas. He aquí el texto:
Quiero agradecer la gentileza del doctor David Carbajal de leer estas palabras que a vuelapluma he redactado para participar en esta significativa ceremonia de celebración de los primeros sesenta años de nuestra querida Facultad de Filosofía y Letras, y que mantiene su continuidad a través de la División de Estudios Históricos y Humanos.
Debo añadir una corrección pequeña pero importante a esto último que dije: la continuidad de la Facultad de Filosofía y Letras no sólo se ha dado mediante la División de Estudios Históricos y Humanos, sino también, estoy seguro, a través de la División de Estudios Políticos y Sociales, la División de Estudios de la Cultura y la División de Estudios de Estado y Sociedad.
Enfatizo esto porque no se puede entender la evolución de estas tres divisiones que acabo de mencionar sin la impronta que les dejó la vieja Facultad de Filosofía y Letras, sea, por ejemplo, a través de la carrera de Sociología y su correspondiente departamento, o el Departamento de Estudios Literarios, o muchos de los centros de investigación que ahora tenemos, algunos de los cuales fueron incubados en las áreas de investigación que existían en la vieja Facultad.
Pienso por ejemplo en el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales, que luego se convirtió en el Departamento de Estudios Socio-urbanos, o en el área de estudios sobre lingüística que luego evolucionó y se convirtió en el Departamento de Estudios en Lenguas Indígenas.
Por consiguiente, la vieja Facultad de Filosofía y Letras, sin existir como tal en nuestros días, es una de las piezas esenciales que dan identidad y estructura a nuestro campus. Además, es una de las instituciones clave para la historia de las humanidades en el occidente de México.
En alguna ocasión ha cruzado por mi mente escribir un libro sobre la Facultad. Acaso nunca lo vaya a hacer, pero quiero por lo menos mencionar la idea: tal vez alguno de los presentes recoja la inquietud. En este sentido, por ejemplo, son dignos de mencionarse los esfuerzos que ha hecho el historiador Hugo Torres Salazar por escribir sobre la vida de algunos profesores distinguidos de nuestra escuela.
Pero volviendo a la idea de escribir esa historia de la Facultad: sería un relato interesante porque aquí transitaron poetas, escritores y maestros de gran talla como Adalberto Navarro Sánchez y Arturo Rivas Sáinz, o Francisco Ayón Zéster, Edmundo Ponce Adame y Alberto Ladrón de Guevara, además de un largo etcétera que es imposible agotar en este momento.
También aquí se dieron cita jóvenes con ideales revolucionarios que marcaron el destino de varias organizaciones políticas de Jalisco y de varios movimientos sociales. Es imposible entender la historia de la izquierda jalisciense y la radicalización de los años setenta, sin considerar el papel que jugó la Facultad en la formación política de muchos jóvenes.
Tampoco se puede comprender la influencia de muchas ideas y tendencias, a lo largo de estos sesenta años, sin considerar la labor formativa que se desarrollaba en nuestras aulas. En mi recuerdo está aún la influencia del marxismo, por ejemplo, y luego su relativo declive, para dar paso a un conjunto más plural de visiones y perspectivas.
La Facultad fue una caja de resonancia de lo que pasaba afuera, tanto en la sociedad como en la Universidad de Guadalajara. Aquí se pensaban los problemas sociales y se proponían sus soluciones, se imaginaban utopías y se creaban sueños; sueños no sólo políticos, sino literarios, filosóficos y de todo tipo. También se pensaba en el pasado: se aprendía prehistoria y paleografía, por ejemplo (cosa que todavía ocurre, por supuesto).
Todo ello está aquí todavía. Persiste en nuestro imaginario, en las visiones que llevamos quienes estudiamos en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras.
Por eso es una historia digna de contarse. Celebro este aniversario y felicito a esta comunidad, encabezada por el doctor David Carbajal López.
Que siga adelante el espíritu de la vieja y querida Facultad de Filosofía y Letras, sirviéndonos de guía e inspiración para estudiantes y profesores.