Uno de los grandes retos para las economías latinoamericanas es la recuperación de la movilidad social, es decir la capacidad que tienen las personas de mejorar su condición socioeconómica a partir de las oportunidades que se dan en el mercado laboral. Sabemos que América Latina no solamente es la región con la mayor desigualdad del mundo, sino que con los niveles de pobreza, el escaso crecimiento y el progresivo deterioro de la calidad de los empleos y las condiciones de trabajo es cada vez más difícil que las personas que nacen en un contexto de pobreza puedan ascender hacia niveles más altos de calidad de vida.
De acuerdo con el estudio La trampa de alta desigualdad y baja movilidad social en América Latina y el Caribe, realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), nos encontramos en una trampa de desigualdad extrema que obstaculiza el progreso hacia el desarrollo sostenible. La desigualdad se nota en lo económico, en el acceso a la salud, la educación, los servicios básicos, la vivienda y otros campos, lo cual tiene un impacto directo en la capacidad de las personas para educarse, formarse para el mercado laboral, acceder a oportunidades y mejorar las condiciones de vida. La desigualdad aleja a las personas de las opciones reales para salir de la pobreza.
Si miramos el caso de México, la segunda economía más grande de Latinoamérica, tenemos una buena referencia para comprender la magnitud del problema de movilidad social: 7 de cada 10 mexicanos que nacen en el escalón socioeconómico más bajo no logran salir de la pobreza en toda la vida, de acuerdo a los datos del Centro de Estudios Espinosa Yglesias. La movilidad social es baja –alrededor del cuatro por ciento–, por lo que pese al esfuerzo, la dedicación y el nivel de estudios sólo un porcentaje pequeño logra salir de la pobreza y subir a los escalones más altos de ingresos. El escenario es cuesta arriba desde el nacimiento y es más complicado para los que vienen de más abajo.
En el contexto de múltiples trampas que asfixian a las economías latinoamericanas, la recuperación de la movilidad social debe ser una de las grandes apuestas. Se trata no sólo de lograr tasas importantes de crecimiento económico, sino de enfrentar las causas de la desigualdad, de reordenar los sistemas tributarios, de mejorar las políticas sociales y fundamentalmente de potenciar el sistema educativo para darle a las personas la capacidad de desarrollar las habilidades y las competencias que demanda un mundo globalizado. En tiempos de la economía del conocimiento y la inteligencia artificial, sin educación de calidad será muy difícil que haya mejorías socioeconómicas y que la movilidad social repunte.
Más allá de las urgencias de aranceles y guerras comerciales, las oportunidades para mejorar la condición de vida son fundamentales. Y por eso hay que invertir en educación de calidad, en infraestructura y en el fomento de economías que favorezcan los empleos que sean opciones reales para que el esfuerzo, la dedicación y el conocimiento sean un poco mejor valorados.