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Menos pobreza y más desigualdad

Uno de los problemas más acuciantes en los países latinoamericanos es la desigualdad: la diferencia de riqueza, ingresos y calidad de vida entre las personas más acaudaladas y las menos favorecidas es abismal. En un informe reciente, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advirtió que pese a que la pobreza en los países latinoamericanos sigue disminuyendo luego de la pandemia de covid 19, la región enfrenta el problema de la desigualdad que sigue siendo muy fuerte. Es decir, aunque haya una disminución de la cantidad de personas en pobreza eso no ha minimizado la gran brecha entre los polos opuestos: los que más ganan y los que menos.

En el informe Panorama Social, la Cepal señala que además de la elevada desigualdad hay baja movilidad social, débil cohesión social, políticas sociales y sistemas de protección débiles. En América Latina la pobreza alcanzó al 27.3 por ciento de la población en 2023, siendo Brasil el país que mejores logros obtuvo en la reducción de la pobreza. Sin embargo, el problema de movilidad social baja nos dice que no solo hay grandes segmentos de la población en el extremo más vulnerable de la desigualdad sino que las probabilidades que tienen de ascender a niveles socioeconómicos más altos son muy bajas.

Lo que pasa en México es un ejemplo: más de 70 por ciento de las personas que nacen en situación de pobreza mantendrán la misma condición toda la vida, de acuerdo a los datos del Centro de Estudios Espinosa Yglesias. Sólo 4 de cada 100 mexicanos que nacen en hogares pobres logrará ascender a los niveles más altos de ingresos. Y todo esto en el contexto de fragilidad y vulnerabilidad que hacen que las personas estén indefensas ante cualquier eventualidad como los problemas de salud o la pérdida del empleo.

La cuestión de la desigualdad no se reduce a la riqueza o a los ingresos sino que trasciende al ámbito social y a todos los aspectos de la vida cotidiana. La desigualdad se nota cuando alguien va a comprar comida o ropa, cuando los hijos no pueden ir a la escuela o deben hacerlo en condiciones precarias; cuando se necesita ir al médico y no se cuenta con recursos, cuando no se puede acceder a determinados entretenimientos, a la cultura, o al turismo. La desigualdad también se traduce en distancias que limitan o hacen imposible el acceso a una buena escuela, un buen hospital, una biblioteca, un museo, un mercado o una farmacia. Para los de abajo hay mundos inaccesibles, lejanos, inalcanzables. Pero esos mundos existen para los que tienen dinero. La diferencia está en los recursos.

La reducción de la pobreza en América Latina es más coyuntural que estructural: por algunos buenos vientos, buenos precios o por apoyos sociales momentáneos. Pero falta lo de fondo, la mayor inversión en educación, en investigación, en infraestructura y en tecnología. Falta que las personas tengan la oportunidad real de mejorar su nivel socioeconómico y salir de la pobreza para no volver a ella. En otras palabras, falta invertir en la gente para disminuir la brecha de la desigualdad y no sólo reducir los indicadores de la pobreza.

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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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