Mientras los aires arancelarios sacuden las expectativas económicas y se teme una guerra comercial que complique las transacciones a nivel internacional, en América Latina nos encontramos en un tiempo de recuperación, de un lento regreso de los precios a sus niveles habituales y de la enorme necesidad de luchar contra la desaceleración. Ciertamente con el anuncio del gobierno de Estados Unidos de la imposición de aranceles al acero y el aluminio, amén de otros aranceles que penden cual espada de Damocles, se ha agudizado la incertidumbre para el crecimiento de las economías, para el intercambio comercial, las inversiones y los precios en general.
Sabemos que después de la pandemia de covid-19 que paralizó las economías mundiales uno de los efectos más persistentes ha sido la inflación. Los precios subieron por encima de las expectativas y tienen cerca de cuatro años negándose a volver a los niveles que se consideran tolerables. Los países más afectados son Venezuela y Argentina, que en el mes de enero registraron cifras de inflación anual de 91 por ciento y 85 por ciento, respectivamente. En tanto otros países como Colombia se encuentran en el 5 por ciento de inflación anual y en el caso de México se produjo una desaceleración que dejó la cifra en 3.59 por ciento, lo que representa el nivel más bajo en los últimos cuatro años.
En el contexto tormentoso de los anuncios arancelarios, las amenazas y advertencias, hay un juego geopolítico intenso que puede afectar a diversos indicadores de la economía global. Y en el caso latinoamericano hay que prestarle especial atención a los precios: el costo de los productos y servicios básicos en la mayoría de los países se mantiene por encima de las posibilidades de millones de personas que viven en condiciones de pobreza. Hay más de 200 millones de latinoamericanos en pobreza y para ellos cualquier aumento de precios es imposible de enfrentar.
Con la pandemia, primero, y con los efectos comerciales de la guerra entre Rusia y Ucrania, después, tuvimos un aumento importante en los precios de los alimentos. Cuando los alimentos de consumo básico se encarecen, el mayor impacto se tiene en los sectores con menos recursos, en los que viven en condiciones de precariedad, en los que sobreviven en la adversidad. En una América Latina que este año tendrá un crecimiento limitado de apenas 2.4 por ciento, que tiene mucha dependencia del mercado estadounidense y que requiere estabilizar sus precios, el contexto de sobresaltos no es bueno.
Aunque en este momento lo urgente es negociar y tratar de evitar que los aranceles o una guerra comercial se lleven el escaso crecimiento pronosticado y que golpeen el bolsillo de la gente, lo importante es planificar economías más sólidas, más estables, con menos dependencia de pocos rubros y mercados. La productividad, la competitividad, la innovación, la ciencia, la tecnología y la innovación son una necesidad del presente y el futuro. Alguna vez debemos aprender a anticipar las tormentas y evitar tanto sobresalto.