Negocios

El impacto pandémico en la juventud

Imaginen las dificultades que enfrentan los jóvenes latinoamericanos cuando quieren conseguir un empleo: ante un mercado laboral signado por la informalidad, por los malos salarios y por esa perversa costumbre que llaman “derecho de piso”, que no es otra que transferir una injusticia de una generación a otra. Ahora imaginen qué tanto se ha complicado el escenario con la crisis sanitaria: cerca de 3 millones de jóvenes en América Latina se quedaron sin empleo debido a la pandemia de Covid-19, de acuerdo a los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En el primer trimestre de 2021 la tasa de desempleo juvenil llegó al 23.8 por ciento, la cifra más alta desde que la OIT tiene registros. Esto significa no sólo que prácticamente uno de cada cuatro jóvenes no tiene un trabajo, sino que hay problemas para conseguir un primer empleo, para reocuparse, y que además la posibilidad de obtener buenos ingresos ha disminuido. En este punto de la pandemia, cuando las economías latinoamericanas se encuentran en proceso de reactivación, si la recuperación de los puestos de trabajo es lenta, en el caso de los jóvenes esto es mucho más grave porque las tasas de desempleo son mucho más elevados y esto significa más gente que requiere una oportunidad y que tiene condiciones menos favorables para acceder a ella.

Antes de la pandemia, en México la tasa de desempleo juvenil ya era el doble que la del desempleo general. Y con la informalidad de alrededor del 60 por ciento del mercado, así como con los salarios bajos y la precariedad laboral, el escenario siempre fue difícil para los jóvenes que buscan su primer trabajo y que hacen sus primeras experiencias. Cuesta conseguir buenos empleos, cuesta ingresar al mercado laboral y cuesta mucho más lograr la estabilidad suficiente para un ascenso. Y esto se ha agravado con la pandemia que no sólo ha traído desempleo sino deserción escolar: 1.4 millones de jóvenes abandonaron sus estudios en México en 2020, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Estamos ante un “desafío urgente” y una “bomba de tiempo”, como dijo recientemente el director de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro. Un mercado laboral que no genera suficientes oportunidades para los jóvenes puede derivar en una generación postergada, que no se consolida, que no tiene cómo avanzar y que por lo tanto no puede proyectarse en el sentido de construir una trayectoria profesional estable.

Como nunca antes se requiere de los jóvenes para reinventar el mercado laboral luego de la crisis, pero la misma crisis hace que los jóvenes no sean “necesitados” en los empleos. Hay una urgencia de apuntalar a la juventud en cuanto a su formación profesional, en su permanencia en el sistema educativo y en su preparación para enfrentar un mundo de retos gigantescos. Si la economía ya demandaba empleos de calidad, ahora demanda empleos nuevos, jóvenes y con futuro. Hay que invertir en la juventud: es por los jóvenes y por la economía de todos.


Por Héctor Farina Ojeda


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