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Con el freno de mano

Mientras el dinamismo de la economía mexicana se está frenando, en el entorno latinoamericano las noticias no son mejores: los países latinoamericanos enfrentan el problema de los elevados niveles de precios que se combinan con crecimientos económicos bajos. Si bien hubo una leve mejoría en 2022, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió recién que en 2023 habrá muchas dificultades para las economías de la región, que todavía tratan de recuperarse de las secuelas de la pandemia de Covid-19 al mismo tiempo que sufren por los golpes de la inflación, de la guerra entre Rusia y Ucrania, así como por el complicado entramado internacional para el mundo financiero.

De acuerdo a los pronósticos del FMI, Latinoamérica crecerá en conjunto 3.4 por ciento en 2022, en tanto para 2023 la perspectiva es que apenas se llegue a 1.7 por ciento de crecimiento anual. Si aterrizamos los pronósticos en México, las expectativas para 2022 son de un repunte de 2.1 por ciento, y para 2023 el crecimiento sería de 1.2 por ciento. El freno se está dando a nivel mundial y hay marcados temores de una recesión, sobre todo en economías poderosas como Estados Unidos, país del que dependen más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas.

No es una novedad que las crisis lleguen a las economías latinoamericanas como tampoco lo es que el impacto sea fuerte en los sectores más empobrecidos. Cuando Stiglitz dijo que las crisis económicas son cíclicas quizá no pensó tanto en América Latina en donde podríamos decir que las crisis son permanentes y las recuperaciones son coyunturales. Además de vivir en el subcontinente con mayores niveles de desigualdad en el mundo, también lo hacemos en un contexto de economías dependientes y oportunistas que crecen a la luz de precios de materias primas, de un viento favorable en las inversiones, de la buena suerte de los vecinos o simplemente aprovechando un buen momento que no sabemos si se repetirá.

El freno que se da en la recuperación de la economía mexicana es reiterativo: así fue en otras crisis, como la de 2009, pero en general así es hasta en tiempos de bonanzas. La economía mexicana crece en forma lenta, casi rutinaria, sin grandes saltos y sin romper el cerco de castigo de alrededor del dos por ciento al año. Si cuando hay vientos favorables se crece poco y se distribuye mal, no debe sorprendernos que la recuperación se vuelva lenta cuando se tiene un ambiente global que no ayuda mucho.

Sin embargo, más que un freno temporal parece que siempre vamos cuesta arriba con el freno de mano: limitados por la mala calidad de la educación, por la escasa innovación y la también insuficiente inversión en ciencia y tecnología, con problemas de productividad y con mucho rezago social. Algo que nos falta aprender es que en tiempos de crisis hay que soltar lastres y reinventarlo todo. Esperar que todo se calme para luego volver a lo mismo no debería ser una opción. Es tiempo de grandes cambios, de reinvenciones y de pensar en el futuro.

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Héctor Farina Ojeda
  • Héctor Farina Ojeda
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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