Aclaremos algo de entrada. Lo psicológico es político; es decir, las estructuras psicológicas sanas o enfermas de cualquier funcionario dedicado a la política pública son pilares de su toma de decisiones y de su orientación hacia el bien común o el daño masivo. Hoy, la democracia se ha convertido en un fetiche político. Trece estados de la República viven un bombardeo mediático de campañas políticas infames.
La democracia ha sido secuestrada por la clase política. En tanto, los partidos políticos operan como verdaderas firmas de negocios -para los que la política no es una doctrina que indaga y aplica caminos conducentes al bien común, más bien constituye un simple ejercicio de marketing que garantiza que los puestos públicos no sean ganados por los sujetos más aptos, sino por aquellos que practicaron la mejor guerra sucia. El ciudadano promedio es un patético consumidor que sueña con deambular en tiendas departamentales. Un verdadero catatónico del pensamiento crítico, aquel que confunde al político con la genuina “polis”, un ser radicalmente despolitizado que reproduce gozoso el sistema y el status quo que se ha tragado un mensaje contundente: La realidad no es buena, ni mala; simplemente es. Tu única tarea es adaptarte a ella. ¡Y claro, votar por nosotros! Ahórrate el esfuerzo de cambiarla o transformarla “porque si lo intentas, te va a suceder lo mismo que a los estudiantes de Ayotzinapa” ¿Cuál es el resultado de semejante supositorio cognitivo? Un país sin alternativas reales y un pensamiento homogéneo.
Los votantes son los mismos narcisos que publican selfies compulsivamente y filtran su vida en las redes sociales para nutrir a sus corazas ególatras. Es tan narcisista que no puede comprender la reciprocidad ni al otro. Por ello, el votante rechaza el bien común y sí apoya las causas atomizadas.
Por su parte, los políticos son seres mesiánicos, egocéntricos, violentos, histriónicos y mitómanos, cuya única obsesión parece ser el poder. En México, hay un gobierno psicopatológico, las conductas de la clase política así lo demuestran por doquier. Como afirmaba Herbert Marcuse (2010) en su libro “El hombre unidimensional”: el capitalismo es la formación histórica y social más dulce de todas, ya que nos brinda la enorme oportunidad de elegir siempre lo mismo. Tú decides seguir apoyando una democracia electorera y validando que se tomen decisiones en despachos anónimos que afectan a millones de mexicanos.
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