La Psicología se encuentra bajo el ataque incesante de las pseudociencias y del intrusismo profesional. Programación neurolingüística, coaching, sectas comerciales, bioneuroemoción y constelaciones familiares son solo algunos de los cientos de "saberes" intrusos, espurios o ambos, a los cuales subyace la bajeza del fanatismo, el interés económico y la transgresión ética avalada por autoridades y organismos profesionales. ¿Cómo explicar la eficacia de estos saberes? ¿Por qué los usuarios prefieren este tipo de intervenciones falaces? Son preguntas complicadas para responder en una columna. Aclaro que, el problema no es la preferencia por uno u otro paradigma psicológico; la cuestión es el abandono del pensamiento científico y la adherencia al espectáculo de un renovado mesmerismo.
Los charlatanes funcionan en primera instancia por la industrialización de una gama de productos tangibles e intangibles que paradójicamente afirman oponerse a una lógica racionalista y consumista, pero que operan al amparo de la ganancia aprovechando la mentalidad gnóstica de consumidores que ponderan las mercancías simbólicas. En este sentido, Bourdieu (1998) ya había advertido que el consumo de determinados objetos y el gusto por los mismos responden a construcciones culturales de grupos sociales específicos. En palabras de Kaminer (2001, p. 48): "La espiritualidad es un producto seductor en un mercado pluralista: por ello lo incluye todo".
Así también, detrás de la eficiencia de un tratamiento cualquiera se encuentra el efecto "placebo", es decir, las convicciones, sugestiones y creencias de la persona. La forma en que nos sentimos depende en gran parte de lo que pensamos que sentiremos, de lo que anticipamos y de aquello que esperamos (Kirsch, 1990). Por lo tanto, el funcionamiento de los tratamientos espurios se relaciona no solo con los productos ofrecidos, sino también con los nombres de las "intervenciones"; pues entre más ingeniosas y eufemísticas resulten, mejor convocatoria lograrán. La creencia de eficacia (Bandura, 1990) que los adeptos tengan hacia el tratamiento y hacia el "coach, sanador, programador o como guste denominarse el infame" serán variables igualmente importantes.
Al respecto Vyse (2000) comenta que, los consumidores tienden a aceptar afirmaciones acerca de ellos mismos más por lo que desean ser, que por lo que son realmente. Así pues, cuanto más halagador sea el análisis de sus emociones, pensamientos y conductas más aceptación tendrá por parte del consultante. A este fenómeno se le ha conocido desde mediados del siglo pasado como el "efecto Forer" (1949) y bien puede explicar cómo la sugestión, las creencias y la presencia de un entorno ambientado juegan un papel estratégico en la efectividad de cualquier intervención sobre la salud mental.
Nadie es más vulnerable a creerse algo falso que aquellos que desean que la mentira sea cierta. La ignorancia es la mayor fuente de felicidad. Si bien puedes creer en falacias, podrías ser feliz, pero más ignorante que feliz. Eso, tú lo decides.
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