Cuando pensamos en un milagro, es común dejarnos envolver por el aire sobrenatural, casi divino, que cobija a la expresión. Los milagros son casi sinónimos de lo imposible y muchas veces los consideramos un acto del más allá para justificarlos cuando acontecen. “Milagro en la celda 7” es una película turca adaptada de una coreana dirigida por Lee Hwan-kyung y estrenada con éxito en 2013 que inspiró otros remakes como la india “Pushpaka Vimana” (2017) y la filipina “Miracle in the Cell No. 7”, lanzada el mismo año que la versión turca que llegó con el mismo título a Netflix. Su intención, de acuerdo con mi lectura, es captar toda la sensibilidad que envuelve un acto de bondad venido de donde menos lo esperamos, lo que por sí mismo ya es un acto milagroso.
La trama cuenta la historia de Memo (Aras Bulut Iynemli), un padre soltero con deficiencia intelectual que vive en un villorrio de Turquía con su hija Ova ((Nisa Sofiya Aksongur) y su abuela Fatma (Celile Toyon Uysal). Muy amable, el joven Memo es conocido y querido por todos los habitantes, pero Ova es quien sufre con la situación. Además de bullying en el colegio, la niña sabe que su padre es especial, aunque esa situación no hace amarlo menos. La vida de ambos cambiará cuando Memo se envuelva en un accidente que producirá la muerte de la hija de un importante militar del ejército turco. Preso de rabia, ordenará la captura y encarcelamiento de Memo, enviándolo a una prisión mientras gestiona una orden de ejecución. Aun involucrando un accidente terrible, la película no pierde su liviandad en sus momentos más dramáticos. Mucha de la sensibilidad del filme viene de la visión de su director, Mehmet Ada Öztekin. La transición de la vida de Memo dentro de prisión, que al inicio enfrenta dificultades cuando sus compañeros de celda descubren el motivo por su encarcelamiento, es realizada de manera natural, sin recurrir a exageraciones. Aprendemos a querer aún más al joven Memo al tiempo que otros presos van percibiendo que no hay maldad en su corazón. Esto sólo es posible, claro, gracias a la exuberante actuación de Iynemli.
En esta película no sólo los presos lloran abiertamente, conmovidos con la historia de Memo. La cámara permanece un poco en cada rostro. Existe la dureza quebrada por la bondad, la congoja transformada en cura. Y lloramos con ellos, sí, con tristeza, pero también con un poco de alivio. En tiempos difíciles, ésta es una obra que habla de manera sensible sobre el lado bueno del ser humano, lo cual siempre es bienvenido.