El presidente López Obrador reconoció hace una semana que la 4T ha logrado muy poco en materia de seguridad, y reiteró su dicho de que, si no pacifica el país, la 4T habrá fracasado. Acto seguido, anunció un programa integral para reducir la violencia en los 50 municipios con más homicidios, y días después informó que en el presupuesto se le darán 50 mil millones de pesos extra a la Guardia Nacional para ampliar el número de cuarteles y mejorar las condiciones laborales. Así puestas las cosas, pareciera que AMLO quiere que sus intenciones se traduzcan en acciones respaldadas presupuestalmente. Suena bien.
Sin embargo, vistos de cerca los anuncios gubernamentales difícilmente lograrán el objetivo de pacificar el país. Ya Alejandro Hope explicó, en El Universal, que si se lograse una reducción de 30 por ciento en el resto del sexenio, que sería muy buena, significaría que en 2024 los homicidios serían 27 mil, cifra que está muy lejos de la pacificación. Por su parte, Eduardo Guerrero escribió en El Financiero las razones por las cuales lo más probable es que fracase el plan integral para las 50 ciudades. Y eso sin contar que no hay marcha atrás en los abrazos y no balazos, que reducen la actuación de la Guardia Nacional a acciones meramente reactivas y a una presencia pasiva.
A esta obsesión del Presidente con sus tesis más ideológicas que de política pública (“la violencia no se combate con la violencia” y que “la mejor política de seguridad es la política social”) hay que añadirle otra, su creencia de que lo único bueno de la administración pública son sus fuerzas armadas. Solo ellas son leales, incorruptibles, eficientes, obedientes. Y por eso los 50 mil millones extra. Confieso que me sorprendió la noticia. ¡Más recursos para seguridad! Pero al mismo tiempo me preocupó en extremo, pues dárselos a GN es la confirmación de que en lo que resta del sexenio las policías de los estados y municipios seguirán sin un peso de apoyo federal. No le importan al Presidente.
El problema es que por más grande que sea y llegue a ser, la GN ni debe ni puede ni está preparada ni lo va a estar, para hacerse cargo de la toda la seguridad pública en el país. Requiere necesariamente del apoyo logístico y de fuerza, pero sobre todo del conocimiento y de la información que tienen las policías estatales y municipales de los territorios donde operan; de las bandas locales; de la corrupción, etc. Sin esa información, la Guardia se comporta como si fuera ciega o tuerta. El problema es que López Obrador no lo entiende. Para él, las policías locales, como no son militares, ni sirven y son corruptas.
Las enormes carencias y deficiencias de nuestras policías de tan conocidas ya son lugar común. Pero ignorarlas y abandonarlas es lo peor que se puede hacer. No solo porque no hagan su trabajo de proteger a la sociedad, sino por el riesgo de que trabajen para el crimen organizado.
Urge poner sobre la mesa de los legisladores el tema de las policías locales y sus penurias económicas, debidas, entre otras causas, a la cancelación de fondos federales para la seguridad y la reducción de las transferencias y participaciones.
Será interesante saber qué harán los nuevo gobernadores y alcaldes morenistas cuando entiendan el tamaño del reto que tienen en seguridad y los malos o pésimos servicios policiales con que cuentan y que la GN no resolverá sus problemas.
Guillermo Valdés Castellanos