En la elección federal, los escenarios son dos: Morena tiene mayoría absoluta, pero no certificada o en la Cámara de Diputados ningún partido tiene la mayoría y, en ese caso, MC se convertiría en la bancada “bisagra” (sería muy improbable que la coalición Va por México logre la mayoría). En las gubernaturas, la oposición ganará al menos cinco; Morena por lo menos seis y habría cuatro en disputa, muy cerradas. En síntesis, habrá cierta redistribución del poder sobre todo en el ámbito territorial; pero nadie ganará ni perderá todo. Así suele ser la democracia.
Esos escenarios electorales plantean un panorama político aún muy complejo para los próximos años. No hay que hacerse muchas esperanzas, pues sin importar los resultados, la 4T seguirá avanzando gracias al poder autoritario de AMLO (presidente tratando de deshacerse de los límites que le marcan la división de poderes, los órganos autónomos y la misma constitución) y a su radicalización reciente (decisiones orientadas por su nacionalismo, estatismo y autoritarismo, claramente violatorias del marco legal). Por tanto, la agenda de la oposición debe construirse a partir de esa premisa.
Si llegase a darse el caso de que ninguna fuerza tenga la mayoría en la Cámara de Diputados, habría tres tareas prioritarias. La primera será la defensa legal, política y comunicativa de las elecciones, de la democracia. AMLO y Morena declararán fraude desde el domingo en la noche e impugnarán los resultados donde no ganaron: distritos, gubernaturas y alcaldías. Ojalá y los líderes de Va por México tengan bien pensada una estrategia coordinada de defensa, por ejemplo, instalar un centro de información pública con las copias de las actas de todas las casillas; respaldarse en los observadores nacionales e internacionales, etc.
La segunda, impedir que por medio de la compra de diputados (el terrible “chapulineo”, diputados que brincan de una bancada a otra) Morena se haga de una mayoría que no habría ganado en las urnas. No es tarea fácil, pero se puede y debe intentar. También tratar de convencer a Movimiento Ciudadano que se integre a la oposición en vez de volverse un aliado de Morena. En otras palabras, la tarea consiste en consolidar, en la medida de lo posible, un bloque opositor lo más sólido posible, para obligar al presidente a negociar las nuevas leyes, especialmente el presupuesto de ingresos y egresos.
Para hacer posible lo anterior, es indispensable que Va por México se transforme de una coalición electoral en una alianza política y legislativa. Ello supone acuerdos importantes para mantener la unidad, la definición y ejecución de una agenda legislativa común, la defensa de las instituciones electorales, etc. Se requerirá imaginación y generosidad para hacer posible esa alianza. Ojalá y estén a la altura del momento.
Si Morena mantiene la mayoría en la Cámara de Diputados, las tareas deberán ser las mismas, aunque su alcance e impacto sea menor, a las que debiera añadirse una cuarta: preparase en serio para 2024, y eso significa iniciar un esfuerzo verdadero y radical, desde la raíz, de refundación de esos tres partidos políticos. Ya perdieron tres años sin hacerlo. No se pueden dar el lujo de no hacerlo en los próximos dos años, pues de lo contario su desaparición o su conversión en partidos intrascendentes sería su destino más probable.
Guillermo Valdés Castellanos