Política

INAI: signo ominoso

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Ahora que se ha diseccionado el funcionamiento de los gobiernos populistas, resaltan dos de sus elementos centrales: la polarización política y la construcción de una realidad alterna, existente únicamente en el discurso y la mente del líder y sus seguidores: la posverdad. Ambos fenómenos debilitan y pueden destruir la democracia. Grave.  

La democracia es el mejor mecanismo político para lidiar con las diferencias y los intereses contrapuestos, pues supone la tolerancia, el respeto a los derechos de todos, el diálogo incluyente y el apego a la ley como métodos para procesar los conflictos. De esta manera, las diferencias y la pluralidad terminan aportando mayor riqueza de puntos de vista y, por tanto, de mejores soluciones. La polarización maniquea, que divide a la sociedad en buenos y malos, se monta sobre la intolerancia, cancela el diálogo y poco a poco va negando los derechos de la otra parte, la cual no es escuchada al ser considerada como enemiga. La polarización excluye y empobrece la política. 

La posverdad es aún más dañina, ya que supone el divorcio entre democracia y verdad, entre política y razón. El discurso político no tiene como referente la realidad, sino los prejuicios, los dogmas y para imponer la visión maniquea de la sociedad inventa maldades y conspiraciones para achacárselas a los enemigos. Fue una conspiración la que hizo posible el fraude a Trump. Había que impedir el robo electoral que esos malvados cometieron y, por tanto, tomaron por asalto el Capitolio. Por esa razón, Thimothy Snyder escribió en The New York Times que la posverdad es prefascismo.  

Construir una realidad absurda y burda, a base de mentiras y negaciones de la realidad, cancela cualquier posibilidad de diálogo. La verdad desaparece; la razón no tiene cabida en el debate político; la evaluación científica de los programas de gobierno no tiene nada que aportar, pues la posverdad (léase cualquier patraña que se les ocurra, como por ejemplo que la honestidad y los escapularios ayudan a evitar el coronavirus, que López-Gatell es el mejor funcionario del mundo o que todo lo hecho en el periodo neoliberal fue pura corrupción) es el único fundamento de las decisiones y las políticas públicas.

¿Cómo entablar un diálogo con el presidente López Obrador y sus colaboradores, cómo y para qué hacer propuestas de políticas públicas si no hay referentes para definir lo que es mejor para México? ¿Qué caso tiene debatir si los argumentos son despreciados por venir de neoliberales resentidos o son eliminados no con razones sino con “otros datos”, con prejuicios o mentiras descaradas, es decir, con pura posverdad?  

A los continuos y sistemáticos ataques y descalificaciones de los medios y periodistas críticos, la semana pasada se sumó un nuevo signo ominoso para que los ciudadanos nos quedemos a obscuras y prevalezca su posverdad: hay que desaparecer el INAI porque cuesta mucho y solo ha sido tapadera de la corrupción; dos frases más de su posverdad, igual que la transparencia de este gobierno. La única información a la que tendremos acceso los ciudadanos es la que el presidente quiera graciosamente concedernos, como si no fuera un derecho constitucional. Si a esto se suma la decisión del presidente López Obrador de no condenar el intento golpista de Trump y sus seguidores, la preocupación por el futuro de nuestra democracia debiera adquirir otras dimensiones.

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Guillermo Valdés Castellanos
  • Guillermo Valdés Castellanos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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