Política

El Estado secta y la seguridad nacional

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En mi paso por el Cisen, cuando se discutía la elaboración de la agenda nacional de riesgos con diversos horizontes de tiempo, se convocaban especialistas de muchas especialidades que complementaran el debate interno y se revisaban agendas de riesgos mundiales de organismos internacionales y de otros centros de inteligencia y seguridad nacional (el Cisen publicó un libro titulado Agendas internacionales de riesgo). Esos debates permitían identificar y ponderar los riesgos y amenazas obvios (crimen organizado, terrorismo, movimientos guerrilleros) a los cuales se incorporaron otros que tradicionalmente no eran consideradas como tales: cambio climático, pandemias, crisis económicas mundiales, migraciones, desigualdades sociales, economía informal-economía criminal, etc.

Sin embargo, hay que reconocerlo, nunca construimos un escenario como el actual: la combinación de una pandemia (sin vacuna ni cura) con una recesión económica mundial, con debacle del mercado petróleo mundial, mezclado lo anterior con gobiernos populistas que han puesto en entredicho la globalización económica y en crisis a los organismos multilaterales de la gobernanza mundial. A esas amenazas externas deben añadirse, desde el ámbito interno, un gobierno con grandes y graves y deficiencias conceptuales y operativas (por decirlo suavecito) y la persistencia de debilidades estructurales en materia de seguridad y justicia, que hacen posible la actuación violenta de una extendida y fragmentada, pero poderosa, estructura de crimen organizado. Las piezas del rompecabezas estaban identificadas, pero nunca las pegamos de esa manera.

Así pues, México enfrenta una verdadera crisis de seguridad nacional que pone en riesgo a la población, la economía, la viabilidad financiera y operativa del Estado, la estabilidad social y política y, de paso, a las instituciones democráticas. Por si eso fuera poco, la pandemia ha puesto en crisis el orden económico y político del mundo entero (apenas comienzan los debates sobre el sentido de las transformaciones inevitables de la globalización económica y de los sistemas políticos e ideológicos).

Frente a ello, la respuesta del presidente López Obrador no ha podido ser más pobre, más sectaria y miope. De escándalo. Aferrarse a sus obsesiones programáticas (acabar con la corrupción, mantener el reparto de dinero para construir clientelas electorales y garantizar sus cuatro megaproyectos) como solución a las múltiples crisis mundiales y nacionales es para dar vergüenza. Esas “soluciones” de AMLO son apenas un escapulario.

Es el momento de convocar a la sociedad entera (ahí están sus propuestas) y de ponerse al frente de ella y de todo el Estado para conducirlos en una triple tarea: a) minimizar los impactos de las crisis actuales; b) reconstruir la economía; y, c) lograr la 4T, pero con una visión incluyente, con visión de futuro y de geopolítica, con toda la sociedad y no solo con su secta de seguidores. En ese cambio deben estar el fin de la corrupción y la reducción de la pobreza, pero con medios más eficaces y muchas cosas más. Esta crisis de seguridad nacional es la oportunidad de AMLO de reconstruir el Estado mexicano y hacerlo más fuerte, más democrático, justo y eficaz, no de convertirlo en un Estado secta, en el que solo caben 23 millones de pobres y sus seguidores más fieles.

PD. ¿Dónde está el CNI? ¿Ha sesionado el Consejo de Seguridad Nacional? ¿Hay alguien que diga que existe una crisis de seguridad nacional?

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Guillermo Valdés Castellanos
  • Guillermo Valdés Castellanos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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