La clase media siempre se había resistido a los llamados electorales de Andrés Manuel López Obrador. En 2006, la propaganda en contra del proyecto político del tabasqueño (“AMLO es un peligro para México”) y la reiteración mediática de sus exabruptos en los que mandaba a las instituciones al diablo y el trato de “chachalaca” al presidente Fox, lograron contener la propuesta lopezobradorista. Ganó el temor, y el discurso de la lucha de clases se quedó a 236 mil votos de Los Pinos.
En 2012, el proyecto de López Obrador venía desgastado por la toma de la avenida de la Reforma de la Ciudad de México; su toma de posesión como “presidente legítimo” y su desconocimiento de las instituciones y los resultados electorales. La publicidad de sus contrincantes se centró en mostrar a AMLO como un populista con un proyecto expropiatorio, revanchista y de destrucción de la riqueza. Nuevamente la propaganda negativa y clasista (“es como Whiskas: 8 de cada 10 gatos lo prefieren”) surtieron su letal efecto.
Eran tantas las reservas de las clases medias frente al proyecto de AMLO en 2012, que en el caso de Jalisco, la cercanía de Enrique Alfaro con el tabasqueño, le costó la gubernatura. En campaña, tres veces vino López Obrador a Jalisco y cada vez bajó MC dos puntos en las preferencias electorales. López Obrador cerró su campaña presidencial en Guadalajara “colgándose” de la estrella ascendente de Alfaro, quien le llamó “el más grande luchador social de México”. Esa tarde de junio de 2012, en la plaza Juárez, vi cómo AMLO le daba el beso de la muerte (y de lengüita) a las aspiraciones de Enrique Alfaro.
En 2018, el hartazgo, la desilusión, la rabia y la desesperación frente al “PRIAN” provocaron que casi el 80% de la clase media votara por Morena. A los sectores informados no les importó votar por el proyecto de AMLO con un diagnóstico sobre el QUÉ aquejaba al país (la corrupción, la pobreza, la impunidad, la violencia), aunque no se articularon los CÓMO se iban a revertir esos problemas. Menos de tres años bastaron para erosionar el voto de confianza a Morena por parte de la clase media que, ante la falta de resultados de las políticas y por los constantes gestos y acciones autoritarios, le dieron la espalda en las urnas. De los famosos 29 millones de votos ya solo le quedaron 14 millones.
El presidente, que ha dejado claro que nunca aceptara una equivocación, no intentó cortejar de nuevo ese voto fugitivo, ni ajustará su agenda de gobierno para generar expectativas de mejora económica y de cumplir la oferta de reducir la violencia, la pobreza, la impunidad y combatir a la corrupción. Por el contrario, incorporó en su lista de adversarios a la clase media aspiracionista por no resignarse ni dejarse convencer sobre los tiempos y la esterilidad de la 4T. De un plumazo les dijo “sigan su camino” a 30 millones de mexicanos, más otros 30 millones que aspiran a ser aspiracionistas y se consideran dentro de la “clase media baja”. Hoy son sus adversarios, conservadores y neoliberales egoístas. Dijo: “que con su PAN se lo coman”. Seguro no será pan moreno.
Guillermo Zepeda