Política

La hora de los ciudadanos

  • Laberinto de la legalidad
  • La hora de los ciudadanos
  • Guillermo Raúl Zepeda Lecuona

México tiene un enorme reto en la escena política: el gobierno central realiza inquietantes actos autoritarios y antidemocráticos. La ecuación del hiperpresidencialismo de Molinar Horcacitas vuelve a cumplirse: un régimen presidencial, la hegemonía del partido del presidente en el Congreso y la disciplina a los mandatos y caprichos presidenciales. Esta concatenación de factores comienza a perseguir opositores, depredar ámbitos e instituciones autónomos, así como penetrar y captar los contrapesos, para lograr el predominio irreversible del presidente.

Sin embargo, el país ya no es el mismo que en los tiempos de la presidencia imperial, cuenta con instituciones más sólidas, tiene una economía más grande, profunda e integrada al mundo, donde ya el gobierno tiene menor capacidad de manipulación y arbitrariedad.

La clase política, como de costumbre, ha demostrado que, salvo honrosas excepciones, carece de principios y su ADN ha hecho que personajes de la más diversa y baja ralea se aglutinen en torno al mejor partido del espectro político: el del gobierno, el de la mayoría. Estos políticos se han inscrito en un reñido certamen de incondicionalidad y servilismo. Es una clase política sin clase, impermeable a la crítica, una sinicocracia impune.

Una variable que está puesta a prueba en esta situación es la misma ciudadanía. ¿Hemos cambiado en estos cincuenta años? En otros países los partidos se cuidan de apoyar a políticos que han mentido, que han cometido actos de corrupción, fraudes, evasión fiscal, delitos, acoso laboral o sexual, porque saben que la opinión pública y los electores les darían la espalda. Estos partidos son los primeros en rechazar y expulsar a sus militantes que han incurrido en faltas y delitos, y se apresuran a tratar de aminorar las pérdidas en la reputación de su causa. En esos países esos personajes nunca serían postulados a cargos de elección popular.

¿Qué pasa en México? ¿Por qué los partidos políticos no sufren reveses en las preferencias de los votantes por postular personajes impresentables? ¿Por qué pueden defenderlos impunemente sin cometer suicidio electoral? ¿Será que sigue habiendo una ciudadanía de baja intensidad? ¿No hay hombres y mujeres libres, autónomos frente al poder gubernamental? ¿Se ha adormecido o destruido la libertad personal por la erosión de los intermediarios profesionales de los beneficios gubernamentales sin mérito, por el sistema de reciprocidad clientelar, por la democratización de la impunidad cómplice?

Si los ciudadanos aceptan candidatos impresentables, si estrategias de campaña que insultan la inteligencia de las personas cosechan incremento en preferencias electorales, si un sistema de dádivas alcanza para comprar la dignidad y la voluntad de las personas, y si la popularidad de la farándula resulta un buen sustituto de una propuesta seria de política, será que esta sociedad se merece esa clase política y  esos gobernantes. Estas elecciones marcan una cita de la ciudadanía con la historia. Ha llegado la hora de ver si la sociedad sí cambió, si hay más hombres libres y más dignidades invictas. 


Guillermo  Zepeda 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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