En estos tiempos de campañas es importante retomar buenas prácticas comprobadas que serían de gran utilidad en Jalisco. Una práctica muy importante que me tocó analizar y documentar fueron el Fideicomiso para la Competitividad y Seguridad Ciudad (FICOSEC) en Chihuahua y el Patronato asociado con la Unidad de Medidas Cautelares de Morelos.
En el caso de Chihuahua, el fideicomiso se nutre con el 3% de los recaudado por el impuesto sobre nóminas (más algunos donativos o fondos procurados por el propio fideicomiso). El órgano colegiado que administra el fideicomiso (coordinado por los responsables de la política victimal y criminal) hacen tanto un mapa de vulnerabilidad y de necesidades del sistema de seguridad humana y justicia penal; al mismo tiempo que realizan un censo de capital social, es decir, determinar qué organizaciones de la sociedad civil o áreas gubernamentales tienen la capacidad y la experiencia para brindar servicio de calidad y calidez en cualquier segmento de la prevención o atención de la violencia.
Los fondos se concursan, etiquetando algunas necesidades de la prevención de la violencia, de la incidencia delictiva, necesidades tecnológicas, investigación criminal, reinserción, etc.; pero quedando abiertos a propuestas o iniciativas valiosas de las organizaciones que aporten a la seguridad.
Por ejemplo, el patronato o fideicomiso puede convocar para atender la necesidad estimada, por ejemplo, de 400 tratamientos de deshabituación a drogas; apoyar a alguna organización que ha demostrado su efectividad y eficiencia en atender a niños y niñas en situación de calle u otra vulnerabilidad. Por ejemplo, se podría atender necesidades técnicas y tecnológicas de los familiares de desaparecidos, por ejemplo, concretar bancos de información genética.
En Morelos me tocó conocer la experiencia de la organización Pro Mujer, que se había dedicado a dar acompañamiento y asistencia psicológica y legal a mujeres víctimas de la violencia. Cuando las autoridades les solicitaron un proyecto para atender a los agresores, la organización se cuestionó profundamente puesto que su razón de ser había sido atender a las víctimas y se resistían a atender al agresor. Se dieron la oportunidad y fue una experiencia muy enriquecedora con excelentes resultados, al atender al otro factor de la ecuación de la violencia.
La operación, el impacto de los programas y la satisfacción de sus usuarios se evalúan periódicamente, para determinar si se mantiene o se incrementa el apoyo.
Así, las víctimas del delito, la población vulnerable, la atención focalizada a adicciones, terapia cognitivo-conductual, manejo de la ira, instrumentos restaurativos para construir comunidad o reconstruir el tejido social, podrían obtener recursos y atención. Políticas de acompañamiento en la reinserción, que reduzcan la reincidencia, entre otros. Estos instrumentos permiten canalizar de manera más efectiva y eficiente los siempre escasos recursos disponibles. El éxito de los programas genera confianza y muchos donativos locales e internacionales se suman a los esfuerzos en favor de la seguridad y de las necesidades de la sociedad para revertir la espiral de violencia, indiferencia e impunidad.