El 18 de noviembre próximo se cumplirán 200 años de la promulgación de la Constitución del Estado de Xalisco. Es buen momento para recordar los trabajos y legado de este constituyente radical y de los 18 firmantes de dicha Constitución. Hoy referiremos al Dr. José María Andrés Gil y Méndez (1778-1839), liberal moderado, hombre de academia y de la iglesia.
Descubrir y acompañar el trayecto vital de este constituyente permite aquilatar su trascendencia y aportaciones: Nacido en Sayula el 30 de noviembre de 1778, confirmado nada menos que por Fray Antonio Alcalde. Una brillante carrera académica de casi quince años que pasó como alumno y docente por las aulas de San Ildefonso y de la Pontificia Universidad de México; lo mismo que en el Seminario de Guadalajara. Aparece como un ciudadano que ganó la confianza de sus electores, quienes lo designaron en 1813 como diputado a las cortes españolas por la provincia de México.
Ya de nuevo en Guadalajara es ordenado sacerdote por el Obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas. Fue párroco del Real de minas de Mazapil, Zacatecas. “éste bastísimo, y distantísimo curato” (el municipio más grande de Zacatecas hasta la fecha y el 12º más grande del país, colindante con cinco estados de la república). Ahí estuvo nuestro constituyente por 16 meses de ardua labor desde que tomó colación canónica el 13 de noviembre de 1819. Hasta la fecha, en el registro de párrocos de esa localidad se aprecia: “1820. Dr. D. J. Ma. Gil. ARREGLO EL ARCHIVO". Cura de Tala a partir de 1820.
Diputado de la Junta Provincial de Guadalajara, y con ese carácter participó en la asamblea que constituyó al Estado Libre y Soberano de Xalisco el 16 de junio de 1823; diputado constituyente de Jalisco de 1823 a 1825. En su labor como constituyente el doctor Gil se mostró como un hombre ilustrado, liberal moderado y defensor de los derechos y prerrogativas de la Iglesia. El primero de junio de 1824, fue uno de los siete diputados que votaron en contra de la polémica segunda parte del artículo 7º de la Constitución que establecía “El Estado fijará y costeará todos los gastos necesarios para la conservación del culto”, que le adjudicaban al Estado las atribuciones derivadas del Regio Patronato.
Perdieron contra los nueve votos de la mayoría. Este artículo despertó gran polémica y resistencia de significativos sectores de la sociedad jalisciense y, por supuesto, de la iglesia católica.
Fue legislador federal en 1831 y presidente de la Cámara de Diputados Federal. De igual forma, fue secretario de despacho del gobierno del Estado de México en la administración del Gobernador Joaquín Lebrija, cuando la capital del Estado de México era todavía la bella villa de “Tlalpam”, en el palacio que hoy subsiste y en el que se localiza actualmente la alcaldía del mismo nombre, de la Ciudad de México. También como un sacerdote muy bien formado en Teología y Cánones, sirvió en los curatos y parroquias de Mazapil, Zacatecas; Tala, Jalisco; San Bartolomé Capulhuac, Estado de México y Zacatecas, Zacatecas. En este último destino parroquial le tocó enfrentar con reconocida diligencia el azote del Cólera en 1833. Murió en esa ciudad en 1839. El maestro Pedro Vargas Ávalos lo describe como “hábil, experto y con una ilustración poco común…supo llevar armónicamente sus delicados encargos…proyectándose como un notable legislador y hábil político”. No merece el olvido.