Según un despacho de la periodista Dolia Estévez publicado antier en el portal sin embargo.mx, la comitiva mexicana en Washington, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, habría sido confinada (“virtualmente secuestrada”) por más de 12 horas, sin poder usar sus celulares o consultar sus laptops (aparatos de los que fueron despojados a su arribo por “seguridad”) y permanecer sin probar alimento en el séptimo piso del edificio que alberga al Departamento de Estado estadunidense mientras “negociaban” con funcionarios trumpistas una salida al diferendo provocado por el anuncio súbito del presidente norteamericano respecto a imponer a México un arancel generalizado que iría de un cinco hasta un 25 por ciento en caso de no acceder a las pretensiones norteamericanas en apariencia migratorias.
La inaudita humillación sufrida por la delegación mexicana parece de política ficción, pero ocurrió según la prestigiada corresponsal que ha sido de varios periódicos nacionales.
Así, el secretario Ebrard a lo largo de esas interminables 12 horas tenía que salir al pasillo del salón donde se encontraba cada que debía realizar consultas con el presidente López Obrador. Cuestión repetida en innumerables ocasiones lo que hace pensar, a qué se refirió el secretario de Relaciones Exteriores cuando proclamó en el bizarro mitin celebratorio de Tijuana que México había logrado una suspensión de la amenaza arancelaria (solo indefinida, mas no cancelada) “con la dignidad intacta” (¿?).
Al parecer la dignidad del lopezobradorismo frente a este monstruoso fascismo (norteamericano, pero también de intereses financieros transnacionales opuestos a la 4T), que está emergiendo de su bolsa amniótica para tragarse al país entero, tiene asombrosas elasticidades de amor, paz y amistad, anticlimáticas al maltrato infligido.
Desde el aguante impensable a la hostilidad agresiva de los funcionarios trumpistas en el episodio que narra Estévez, hasta la violación implícita y explícita a la soberanía nacional por las condiciones absolutas de cumplimiento a rajatabla que le han sido impuestas al país: quiero su frontera sur sellada, quiero el 10 por ciento de su Guardia Nacional desplegada ahí, quiero el flujo migratorio contenido radicalmente a lo largo y ancho de su país; y los que al fin logren llegar hasta mis garitas de la border patrol, se los habré de regresar poco después mientras su trámite migratorio se desahoga por el tiempo que se tome, sea mucho o sea poco, durante el cual México deberá hacerse cargo de su salud, vivienda, alimentación y educación de esos migrantes, además de proveerlos de empleos.
¡Ah! y finalmente, ya de salida, que México haga inmediatas compras masivas de productos agropecuarios a nuestros patriotas productores agrícolas (como si en estos momentos tan definitorios para la patria se necesitara de otra gigantesca aspiradora de divisas aparte de Pemex).
Todo además en un plazo perentorio de 45 días calendario, al término de los cuales nosotros los Estados Unidos de América evaluaremos el cumplimiento de México bajo parámetros de nuestra exclusiva incumbencia y de nadie más. De no aprobar exigiremos que su Congreso apruebe que México sea designado Tercer País Seguro y procederemos a la implantación de aranceles.
¿Dignidad?
Postura del imperio del norte que ya no tiene vuelta de hoja y es mejor prepararse a ella. Por desgracia México está solo y ni siquiera cuenta con el arropamiento formal de organismos regionales o multilaterales que le ayuden a despresurizar o a resistir la embestida imperial. Los Estados Unidos de Donald Trump, para todo efecto electoral, seguirán presionando por los más inverosímiles motivos a los “bad hombres”, abusivos y mal agradecidos y todo el resto de la parafernalia racista de epítetos que Trump ha lanzado. Así México en esta narrativa es el enemigo idóneo de la homeland security y el sueño electoral de cualquier wasp para cebarse en él.
Cuando termine con México, Trump en este escenario de riesgo se habrá reelecto y suerte habrá si para entonces no ha engullido todo o partes del patrimonio nacional (como Pemex por ejemplo, o la soberanía de nuestros mares, o cerrado las llaves del gas y de la gasolina de la que somos tan dependientes de sus refinerías). Nuestra viabilidad económica habría quedado tan comprometida que algunos especialistas en ese extremo la equiparan a la de países africanos ya sin desarrollo alguno.
Sorprende que el lopezobradorismo –que podría tener sus días contados de proseguir esta circunstancia fatídica– celebre ilusoriamente como triunfo propio, el receso oprobioso y oneroso al amago arancelario, que por lo pronto ya hizo trizas el perfil de México como país de libre mercado con EU. Cabría repensar de nuevo al país con la poquísima independencia económica que le queda, atrapado como está en un inhóspito laberinto con muy pocas salidas. El sexenio de AMLO está amenazado por la guillotina gringa desde donde se le vea.