Política

De Torreón a Apodaca: ¿un caso latente?

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  • De Torreón a Apodaca: ¿un caso latente?
  • Guillermo Colín

La honda conmoción causada por la tragedia del Colegio Cervantes en Torreón ha levantado polvareda en la discusión pública con un sinnúmero de argumentos que pretenden explicar el fenómeno, o bien buscar paliativos para evitar recrudecimientos dada la situación actual.

Aparte de condenas y diatribas, menudean en las redes sociales cerrazones tan absurdas por parte de algunos padres de familia como la de oponerse a la revisión de las mochilas de sus hijos a la hora de hacer su entrada al plantel, bajo el dudoso pretexto de que con ello se vulneran derechos a la privacidad de los niños.

¡Por Dios! –exclaman algunos otros padres que favorecen la medida como elemento disuasorio de futuras tragedias–, ¿qué privacidad puede un niño querer salvaguardar sobre el contenido de su morral? ¿que no se vea su lonche? ¿que manos extrañas no hojeen sus libros y cuadernos? Más absurda parece esta postura cuando se considera que acaso de adoptar dicha medida se estarían salvando vidas inocentes.

Si bien los motivos reales que motivaron la balacera de Coahuila son tan inescrutables, nebulosos y dispersos como pueden serlo en eventos de esta naturaleza, se puede decir que hay indicios generalizados que apuntan a familias disfuncionales donde en primer término podrían estarse incubando estas monstruosidades. Pero no se trata de asertos concluyentes ni irrefutables y antes de darse por sentados admiten mucha discusión clínica y académica, como casi todo en lo relativo a las ciencias de la conducta.

Sin embargo, ayer y antier se agregó otro factor de contagio por posible imitación en Monterrey, donde durante unas horas cundieron conatos de histeria paranoica en algunos padres de familia, luego que trascendieron amenazas no confirmadas de que ocurrirían balaceras en determinados planteles de la zona metropolitana.

Lo que queda al final de la batahola es la dificultad tanto de autoridades educativas, como de padres de familia y de la sociedad misma para saber a ciencia cierta cómo lidiar con el problema, que más allá de la revisión mochilera presenta dificultad para llevar a cabo estrategias para detectar algún tipo de conductas erráticas, en rigor terroristas, en los alumnos. ¿Dónde debe campear la previsión y terminar la paranoia? Y ¿hasta dónde las presunciones de salud mental deben presuponerse para cada alumno en caso de que trascienda que se investiga su circunstancia y su proceder sin generar por ello desdoro a su dignidad o infamia a su buen nombre?

Todo esto está en juego y resulta notable en el caso de una secundaria técnica del estado de NL en la zona 30 de Apodaca, de cuyos pormenores ya tomaron conocimiento las autoridades educativas del plantel. Este caso periodísticamente fue corroborado por este reportero en sus partes medulares y quizá amerite la revisión psicopedagógica de una alumna a fin de verificar que no representa ningún riego para sí misma ni para sus compañeros.

Se trata de una adolescente, cuyos maestros reportan con buenas calificaciones de ochos, nueves y dieces, menor de 15 años, quien en un ejercicio de redacción de prólogos en su clase de Español, escribió a mano con notable buena ortografía: “DEDICATORIA. Estos prólogos se los dedico a mis despreciables compañeros (en especial los que están cerca de mí), les dedico estos prólogos, en especial ‘La Casa de los Perros’, ustedes me traen tanto estrés como el estrés que sentí al hacer (escribir) esto. Le dedico el mismo prólogo a mi idiota vecino, sé que trabajarás de eso algún día. Le dedico toda mi desesperación a mis compañeros, mi estrés, mi ansiedad y el porqué me arranco el cabello en mis arranques de ira, algún día ojalá les pase algo malo”.

El prólogo es en realidad a la novela La ciudad y los perros, del escritor peruano Mario Vargas Llosa. De ella, Wikipedia la reseña “…ambientada en un Colegio Militar alienante que no permite desarrollarse como personas, y donde se les somete, humilla y potencian valores determinados (agresividad, valentía, hombría, sexualidad, etcétera) que mutilan el desarrollo personal de los muchachos de ese internado”.

La agresiva y extraña DEDICATORIA (en mayúsculas en el original) que escribió la alumna fue dada a conocer por la profesora titular a la trabajadora social y al director de plantel, en ausencia de la psicóloga (la que al parecer fue desplazada por razones presupuestales). Sin embargo, más allá de intercambiar expresiones de circunstancia con la adolescente, ella solo bromeó con ligereza sus dichos y no se programó el caso para ninguna acción preventiva ulterior. La alumna, según tres docentes, eventualmente exhibe acciones erráticas o esquizofrénicas desde hace por lo menos dos años.

Sería por demás irresponsable sugerir que sus actitudes preludian alguna tragedia similar a la de Torreón. Pero sí son un ejemplo de lo inadaptados que están los planteles mexicanos para lidiar con eficacia en situaciones de este calibre.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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