Política

Vientos huracanados

El país sufre por el cambio climático y la temporada de huracanes. Cae agua donde no caía y, en donde típicamente hay que estar alertas, el problema se agudizó.

Las costas esperan hasta noviembre que los vendavales no les peguen de la forma en que ha sido en el pasado después de las fiestas patrias, donde se han perdido vidas, estabilidad, posesiones y memoria.

Y eso, memoria, parece que nos falta.

Apenas hace un mes, el caribe mexicano y las costas de Veracruz se vieron afectadas por un fenómeno meteorológico singular. Perdió y aumentó conforme se daba su avance. Al final, logró ser parte de un nuevo fenómeno meteorológico en el Pacífico, algo difícil de lograr. En su trayecto, se llevó lo que encontró en Nautla y Poza Rica, deslavó cerros y dejó a cientos sin hogar, sin ropa, hasta sin agua. Las notas periodísticas de los corresponsales y enviados constataban que, ahí, el huracán arrancó la esperanza.

Pero la ayuda no llegó ni a la semana, ni a los 14 días. El Presidente –con una de sus grandes ideas para combatir la corrupción y demostrar su incompetencia– decidió que era mejor hacer un censo de los damnificados y darles el dinero en efectivo: 35 mil pesos para quien estuviera en la lista y casi 50 mil si tenías ganado. 

Nadie consideró que ese estrategia estrella estaba estrellada. La usaron en Tabasco, cuando optaron por inundar las partes más pobres del estado en lugar de que el agua llegara a Villahermosa. Primero los pobres bajo el agua, al fin y al cabo el gobernador López sabe cómo calmarlos con la estampa de su líder.

La gente no fue censada porque no estaban en sus casas, huyeron o se refugiaron de la desgracia en otros lugares, con familiares, amigos o conocidos. Más aun, la inundación les impidió regresar a sus hogares cuando se levantó el listado.

Lo mismo sucedió en Veracruz y, los que se quedaron, siguen en espera. 

Vallarta está en la misma situación. Ante el embate del huracán Nora –que se siguió hacia Sinaloa y Sonora–, la población clamaba por ayuda. Casas inservibles y negocios dañados al extremo. El gobernador Alfaro ofreció ayuda y declaró que si debían suspender programas para poder auxiliar a la población lo harían. De igual forma, López Obrador ofreció toda la ayuda posible horas después de los vientos e inundaciones. Esto, mientras fallaban todos sus enlaces por Zoom al inicio de un año escolar donde casi la mitad del alumnado no regresó a clases presenciales en el país.

Vallarta sigue sin recibir nada. 

Para acabar, Tula. Imaginen por un momento ser un familiar de alguien que se encuentra intubado por COVID –esa enfermedad que dice el rockstar que ya está controlada mientras delira por su futuro político– y que, de pronto, reciban una llamada del hospital para informar que su ser querido murió no asfixiado por la inflamación de los pulmones a causa de la enfermedad, sino ahogado entre las aguas de un río que se desbordó y donde ninguna autoridad avisó a tiempo del riesgo que se acercaba.

Falta por llegar la parte más aguda. El Presidente ha decidido que la emergencia se colisiona con sus planes e ideas de gobierno. Prefiere hablar de otras cosas.

Un gobierno de habladas, porque a las palabras se las lleva el viento… y entre más fuerte, mejor.

Gonzalo Oliveros 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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