Política

Canto embotellado

Martes y miércoles, el Estadio Akron se transformó en el receptáculo de la jauría fifí tapatía. Con motivo de la presentación de la banda inglesa Coldplay, más de 80 mil personas acudieron a ver un espectáculo exacto que se acerca más a un show que a un concierto de rock. No, no es malo: la sociedad necesita válvulas de escape luego de dos años de confinamiento y un alud de malas noticias emanadas de los políticos que no han aprendido que su labor no es multiplicar los problemas sino solucionarlos.

Ahí radica la dificultad. A la salida -luego de la discusión sobre si Fher es el invitado adecuado o no a un evento donde no hay un género musical establecido, pero sí una emoción adecuada a los tiempos- la cosa se complicó. La llegada y salida del Akron fue caótica por decir lo menos y con razones previsibles. A diferencia de un partido de futbol a toda la capacidad, el concierto llevaba un reto mayor a partir de la cantidad de autos -divergente a un evento deportivo- y a quienes llegaron a la ciudad solo para el concierto -alrededor de 30 mil personas-.

Si la llegada fue difícil -el martes, hubo quienes calcularon tres horas- la salida fue peor. Al no haber señal celular -colapsada por las condiciones del sitio y la cantidad de aparatos que intentaban subir historias y publicaciones a redes sociales- conseguir un taxi o Uber era complicado. Algunos choferes se acercaron a las entradas para ofrecer sus servicios en sobreprecio, cosa que sucede en cualquier parte del mundo, pero aquí a niveles de escándalo. Un auto por aplicación que de forma natural estaría en 200 pesos, se ofrecía en 900.

Pero si uno llevaba un auto, la salida era igual o más complicada. La poca cultura vial sumada a los señalamientos nulos y la falta de pericia del Ayuntamiento de Zapopan para accionar un plan de contingencia convirtieron el final de un evento grato en un periplo para los asistentes.

Pareciera que nadie le explicó al alcalde Frangie que esto podría pasar en un evento de estas dimensiones. Peor aún, pareciera que Frangie no aprendió de la experiencia de hace unos años en el Corona Capital donde él ya era parte de la estructura administrativa.

Cierto, hubo periodistas que le aventaron la bola al gobierno estatal, probablemente desde la ignorancia de que los ayuntamientos son quienes deben dictar la política vial para un evento de esas dimensiones y, tras de ello, coordinarse con las partes a nivel estatal. Durante años lo hicimos en el Festival 212 y, cierto, se tenían afectaciones que eran aumentadas por los mismos periodistas que, dependiendo en dónde se encontraba el gobernante que querían golpear, cambian su responsabilidad: a veces al Ayuntamiento de Guadalajara, a veces al gobierno del estado.

Frangie reclamó a Alfaro ante la sorpresa que algo así podría pasar. Sería interesante que los gobiernos local y estatal -no solo Zapopan, sino Guadalajara y Tlajomulco ante los conciertos que se acercan- entendieran que dichos eventos transforman el entorno y deberían de abrazarlos para que dicha transformación fuese positiva y de construcción social. Solo de ver a la gente que estaba en el Akron y la sensación que un solo concierto puede ocasionar debería ser suficiente para no perderlo de vista.

Entiendo, no obstante, que hoy la emergencia es otra. El incendio en el Mercado de San Juan de Dios deja un problema para cientos de familias que perdieron en una hora su sustento que, hoy, se debe de subsanar de una forma u otra.

El reto para la Alcaldía de Guadalajara es mayúsculo, tanto que no lo estamos dimensionando en la potencialidad hacia el futuro, tanto de la ciudad como del alcalde.

Gonzalo Oliveros

Twitter: @goliveros


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