Vale comenzar con una anécdota que apenas recordé esta semana. En los inicios de mi carrera radiofónica en el ámbito profesional, entré a realizar prácticas en el Núcleo Radio Mil. El NRM comenzaba, en el 95, un cambio que continuó hasta la salida de la familia Salas del control y posesión de las frecuencias.
Pero mientras se daba la transición, los Salas y los Huesca comenzaron una serie de alianzas singulares. Una de ellas con la naciente Televisión Azteca.
Así, en ese 95, firmaron una colaboración para transmitir la señal radiofónica del noticiario Hechos a través del 1000 de amplitud modulada.
Como yo estaba como practicante -por decirlo de manera educada-, algunas noches me asignaron a vigilar que el bloqueo comercial saliera de forma adecuada y el audio del noticiero no terminara mutilado.
En ese entonces, Hechos llevaba apenas un año de haber salido al aire, pero Javier Alatorre ya era un referente informativo en un México convulso.
El próximo miércoles se cumplen los primeros 30 años de Hechos. El noticiero será el más longevo de la televisión mexicana, en el mismo horario, con el mismo nombre y con el mismo conductor.
Alatorre ha entrevistado a seis presidentes y a todos los suspirantes al puesto en estas décadas, pero no es nada comparado con la enorme cantidad de conversaciones con gente común y corriente, que padece o celebra las decisiones políticas de esos entes que se transforman tres veces: como candidato, ya en el poder y, por último, cuando viven el juicio cotidiano y la invariable persecución política.
De esos 30 años, tengo el honor de llevar tres lustros en la producción ejecutiva. He vivido en la cabina dos pandemias, dos crisis económicas mundiales, dos visitas papales de dos pontífices distintos, una decena de sismos, una veintena de huracanes, algunos devastadores, cientos de casos de corrupción y cientos de miles de muertos por la inseguridad que azota el país.
Pero, por sobre todo, aprender a ver México de una manera diferente y entender los efectos de la información para la toma de decisiones de los ciudadanos. Comprender que el político se cree todo poderoso, pero puede perderlo todo a partir de un error que es televisado, que no hay propaganda que soporte la fuerza bestial de la realidad capturada en imágenes y que todos debemos tener la enorme humildad de entender los papeles diminutos -en tiempo, espacio y capacidad- que tenemos ante la inmensidad que significa este país.
En mi trabajo he conocido a una cantidad enorme de periodistas y comunicadores. He visto como su ego los despeña y el olvido termina por ser la condena a creerse indispensables, teólogos de su religión que desea evangelizar en sus espacios mediáticos.
Por ello, siempre que veo la sencillez en el trato y disciplina de Javier Alatorre, entiendo su cercanía con la audiencia y el porqué su duración no es coincidencia o accidente: es reflejo de su compromiso con quien lo ve cada noche…incluso con los que no están en sintonía.
En tiempos como estos, lograr llegar a 30 años cualquier disciplina es raro, lograrlo en medios es casi inaudito.
Por ello, vale la pena detenernos no solo para la celebración, sino para reflexionar qué cualidades ha tenido Hechos y Javier Alatorre para su permanencia.
Tal vez ahí encontremos lo que necesitan los políticos para perdurar en acción y mensaje.