En una de sus entrañables cartas, fechada “al final del verano del 95”, Eduardo Galeano me contó que estaba culminando un libro que llevaría por nombre El futbol a sol y sombra. En ese libro, considerado una de las obras cimeras donde se aborda con una mirada múltiple el fenómeno del futbol mundial como espectáculo y como hecho sociológico, se narra una deliciosa anécdota: dos periodistas mexicanos se salvan gracias a la mostración de su pasaporte mexicano. Quienes los encañonaban, en el marco del conflicto bélico en la ex Yugoslavia de 1992, azorados gritan a la par al leer el país de procedencia en los pasaportes: “¡México!”, ¡Hugo Sánchez!”.
Narro la anécdota porque en la cantina La terminal de la Comarca Lagunera Nacho Lazalde me contó que, a dos cuadras del Teatro Español, en Madrid, entró a un bar y sorprendido vio cómo una febril veladora iluminaba y rendía fervor a una fotografía del Pentapichichi mexicano. El dueño del bar se acercó y le preguntó que si conocía al futbolista de la imagen. Nacho dijo: “Claro, por supuesto, es Hugo Sánchez. Me intriga saber por qué ha escoltado la foto con una veladora”. A lo que el dueño del mesón respondió: “Es que Hugo Sánchez me salvó la vida”.
Conté a Nacho lo referido en el libro de Galeano y me dijo: “Es posible que sea una misma anécdota con protagonistas distintos, acaso trucados o, en el mejor de los casos, es posible que Hugo Sánchez haya salvado más de dos vidas”.