Jueves, 6:50 am: sueños nefandos arrojan a Gil de la cama. Circulares y obsesivos escenarios oníricos lo habían cercado en la oscuridad del amanecer. El sueño se desvanece en el aire. Gilga tiene un problema con el tiempo. No sabe si es viernes o domingo. Una amiga le dice: da igual, hoy es domingo 45 de abril del año 2020. Bien visto, Gamés debió quedarse en la cama. Un café exprés y prende la televisión. Ciro Gómez Leyva. Una entrevista con Braulio Arsuaga, presidente del Consejo de Empresarios Turísticos: en los próximos días todos los hoteles de Ciudad de México cerrarán sus puertas. Gil se frotó los ojos. La línea de las poderosas cadenas hoteleras de Polanco bajará la cortina a partir de mañana, el Presidente Intercontinental, el Marriot y otros grandes hoteles. En México hay mil hoteles cerrados. Funcionan al 9 por cierto. Según las raras cuentas oficiales, en el país hay mil 510 contagios, 132 nuevos en relación al día anterior, y 50 muertos.
Gamés decide hacer ejercicio. No tiene los instrumentos necesarios, pero posee enjundia e imaginación. Un fino tapete persa, una silla, un sillón. Planchas. ¿Han hecho una plancha? Para morirse. Abdominales. Un señor corrió un maratón, 42 kilómetros 195 metros dentro de su casa y no se volvió loco. ¿Por que Gil no habría de correr? Sentadillas. ¡Ahgg! ¡Mja! Las endorfinas tocan a la puerta: aquí estamos y venimos a salvarte de la locura. Gil cavila: la vida está hecha de estas pequeñas miserias.
13:00 pm: Gil lee en su periódico El Financiero que médicos y enfermeras protestan porque enfrentan el covid-19 sin cubrebocas ni guantes: Además de “las insuficiencias en los hospitales decretados como especializados” para recibir pacientes contagiados con coronavirus, los institutos y clínicas que se decretaron para funciones mixtas son “los más castigados en personal, recursos y servicios de baja calidad”. Muy bonito.
Gamés fue a una farmacia y compró guantes quirúrgicos, o como se llamen, para realizar algunas compras indispensables. La palabra indispensable se ha vuelto indispensable. Antes de entrar al almacén de reconocido prestigio quiso ponerse los guantes. Cuatro pares se le rompieron en las manos. Al borde de la desesperación, Gamés estuvo a punto de pedirle ayuda a un acomodador de coches. No lo hizo y lo intento de nuevo. Al quinto esfuerzo, sus manos quedaron enfundadas en guantes con los cuales podrían tocar todas las superficies, pero cuidado, sin tocarse la cara jamás. Compras: frutas y verduras, ensaladas y un pollo rostizado. Aprovechó para hacerse de algunas botellas de vino Lleiroso, que según amigos cercanos proviene Del Duero y escala hasta los mejores taninos.
14:20 pm. El reino de Gamés por un vodka en las rocas con hielo. Si se puede doble, mejor.
Una nota de Eduardo de la Rosa en su periódico MILENIO informa que “el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) reconoció las medidas que el gobierno anunció sobre la declaratoria de emergencia sanitaria enfocadas en controlar los riesgos a la salud derivadas del coronavirus, como el resguardo domiciliario voluntario; sin embargo, advirtió que tendrán consecuencias en el funcionamiento de las empresas, por lo que pidió dar facilidades fiscales para preservar los empleos.”
“La cuarentena exigida a los ciudadanos tendrá como consecuencia la afectación en la generación de los ingresos necesarios para la operación de las empresas. Adicionalmente los contribuyentes han enfrentado dificultades con las asistencias del Servicio de Administración Tributaria (SAT), las cuales han sido insuficientes para presentar las declaraciones anuales”, expresó el CCE en un comunicado.
Esto después de que se extendió el tiempo de confinamiento voluntariado de la población hasta el 30 de abril.
El CCE reiteró que no pide ningún tipo de reducción en los impuestos, pero sí solicita “la emisión de un decreto a través del cual se otorguen medidas durante el periodo que dure la epidemia de coronavirus en el país”.
Pues con la pena, pero el Presidente informa que apoyará a los pobres, no a los ricos. ¿Y los de en medio?
Todo es muy raro, caracho. Como diría Thomas Jefferson: Indudablemente nadie se ocupa de quien no se ocupa nadie.
Gil s’en va