Aún no ha cumplido tres meses en el poder y la segunda gestión de Trump ya se puede considerar como un auténtico desastre. Su comportamiento errático y bravucón ha resultado ser muy contraproducente para su país. Todo lo que se anticipó sobre los potenciales efectos negativos de sus propuestas de política económica se ha comenzado a materializar.
En lo económico, los mercados de valores estadunidenses han caído entre 11 y 17 por ciento desde su punto más alto en lo que va del año. La pérdida de riqueza es billonaria, lo que podría reducir en forma significativa el consumo y conducir a una recesión en ese país. La incertidumbre se ha apoderado de los inversionistas y ni siquiera el anuncio de la posposición de los llamados aranceles recíprocos ha logrado reestablecer la confianza en los mercados. La volatilidad financiera continúa y el dólar ha comenzado a perder valor, mientras que el oro sigue alcanzando niveles históricos, lo que revela la desconfianza existente sobre la moneda estadunidense y la búsqueda de refugio en el metal precioso.
En lo financiero, algunos tenedores de bonos estadunidenses de largo plazo (10 y 30 años) han comenzado a deshacerse de ellos, lo que disminuye su precio y aumenta las tasas de interés que debe pagar el gobierno de Estados Unidos por su deuda pública. Este súbito aumento en las tasas de largo plazo fue lo que obligó a Trump a posponer por 90 días la entrada en vigor de los mal llamados aranceles recíprocos. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. La vulnerabilidad estadunidense quedó de manifiesto, lo cual le otorga un enorme poder de negociación a China, el mayor tenedor de bonos estadunidenses, que en cualquier momento podría inundar al mercado con una venta masiva de sus tenencias de bonos.
En lo comercial, Trump logró algo completamente inesperado: que las exportaciones de Estados Unidos a China ahora enfrenten un arancel mayor que el de las exportaciones chinas a Estados Unidos. Esto se debe a que en la guerra de aranceles entre los dos países, el primero que parpadeó fue Trump, al ofrecer exenciones a productos clave como chips, teléfonos celulares y computadoras. Esto implica que el arancel efectivo que Estados Unidos le cobrará a China será menor que el impuesto por China a los productos estadunidenses. Una jugada totalmente contraproducente.
En materia geoeconómica Trump ha logrado cosas que hasta hace poco eran inimaginables, pero todas ellas son contrarias a lo que pretendía. En lugar de aislar a China, su agresiva política arancelaria (en contra incluso de sus propios aliados comerciales) condujo ya a una inesperada alianza entre China, Japón y Corea del Sur, quienes recientemente anunciaron el inicio de pláticas con miras a un acuerdo de libre comercio. Por su parte, la Unión Europea comenzó a negociar un mayor acceso de los vehículos eléctricos de China al mercado europeo, lo que sería el fin de Tesla, que no podría competir prácticamente en ningún mercado abierto debido a que enfrentaría mayores costos gracias a los aranceles al acero, al aluminio y a las autopartes. En síntesis, la gestión de Trump ha sido un desastre por donde se le vea.