Política

El Primero

Cuando Jorge Mario Bergoglio se convirtió en Sumo Pontífice en 2013 no imaginó cuántas primeras veces se sumarían a su historia. El primer Francisco entre los Papas, el primer jesuita, el primer latinoamericano, el primer argentino, el primero en practicar la austeridad cada día, el primero en llevar a la iglesia al plano digital, el primero en bendecir a las parejas del mismo género y la lista sigue.

Con detractores –como todos– fue el Papa que se acercó como ninguno a los grupos marginados por la institución que representaba: desde migrantes y refugiados hasta la comunidad LGBTQ+; predicó la tolerancia, la aceptación y la humildad.

Muchos tendrán presente algún episodio memorable, hubo muchos: sensibles, desoladores, de júbilo, pero pocos tan poderosos como aquél en el que un niño envuelto en llanto, al que le era imposible hablar en público, se le acercó y le preguntó si su papá, quien hacía poco tiempo había fallecido, podría ir al cielo si era ateo. El silencio se rompió con la respuesta de los presentes a la pregunta del Papa: ¿Dios abandona a sus hijos cuando son buenos? La respuesta al unísono fue un “no”. Para el Papa había más de un camino para llegar a Dios.

Jorge Mario Bergoglio nunca dejó de ser el sacerdote del Barrio Flores de donde llegó al Vaticano para convertirse en Papa, ese hombre que llevó consigo sus mismos zapatos negros y su cruz de plata en lugar de las lujosas distinciones de su investidura, el hombre que vivió en la Casa de Santa Martha, en lugar del Palacio Apostólico como sus antecesores, dejó en claro más de una vez que la iglesia no debe ser una aduana en la que sólo algunos tienen acceso: debe ser el lugar donde todos tienen cabida.

El Papa que llegó al Vaticano desde el fin del mundo deja un legado de tolerancia e inclusión, algunos lo llamaron progresista, otros disidente, pero hizo lo que pocos líderes: reconoció las heridas que la Iglesia Católica había dejado y exigió tolerancia cero contra los abusos y los excesos. Abrió espacios para las mujeres: designó a sor Raffaella Petrini como presidenta de la Gobernación del Vaticano; Bárbara Jatta dirige los Museos Vaticanos y sor Simona Brambilla es la prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de la Vida Apostólica, que supervisa las órdenes religiosas.

El Papa Francisco se aseguró de no ser el primero en arrojar ni una piedra para juzgar a otro y admitió ser un hombre pecador. Irreverente como pocos, con un gran sentido del humor, fanático del futbol y de su San Lorenzo querido, hizo que muchos de los que se alejaron volvieran a la Iglesia, como Maradona, cuando supo quién sucedía a Benedicto XVI.

Misionero hasta su último día, volvió a San Pedro para bendecir a los fieles en el Domingo de Resurrección, volvió al principio, como el día en que fue nombrado Francisco y así se fue: rezando por todos y pidiendo que rezaran por él.

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Gabriela Aguilar
  • Gabriela Aguilar
  • Directora del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión
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