El pasado 15 de mayo, en la búsqueda de textos sobre magisterio encontré un artículo que escribí hace tiempo y no publiqué.
Es un acercamiento a un gran pensador de nuestro tiempo, que retomo en parte para mi columna de hoy que dedico a los maestros:
Con más de 90 años a cuestas Edgar Morin nos dice lúcida y lúdicamente: “Estoy viviendo, junto a seis mil millones de seres humanos, una aventura loca y grandiosa, terrible y poética”.
Leo esto en las primeras páginas de La Vía, su libro más reciente y, a decir del propio autor, tal vez el último, pues siente no le alcanzarán las fuerzas para concluir otros proyectos que dejará, a sus amigos y discípulos, como tarea para concretar y publicar más adelante en forma colectiva.
He decidido escribir sobre este importante pensador francés ahora que el mundo vive momentos difíciles y que día con día nos enteramos de hechos que reflejan uno de los más serios problemas de todos los tiempos: las relaciones entre los seres humanos.
Nos siguen separando las ideas, las religiones, las creencias; pero hoy sobre todo las profundas desigualdades económicas y sociales.
Morin se ha ocupado de estos asuntos, y ofrece algunas posibles salidas, desde el amplio conocimiento que a lo largo de muchos años ha podido desarrollar sobre muy diversas disciplinas, hasta convertirlo en la sabiduría de la que hoy es portador y nos comparte, para ayudarnos a encontrar asideros en este mundo que se enfrenta a cambios vertiginosos y corre graves riesgos.
Es una voz que debemos escuchar; es un pensador vigoroso que estimula a mantener la esperanza y la lucidez ante las más diversas crisis; es un hombre en permanente búsqueda de, y trabajando por, la humanización del hombre.
No es un autor de fácil lectura, pero vale la pena abordarlo. Vienen a mi mente imágenes que no hace mucho revisé del pensador francés: un rostro surcado por las huellas de los años pero iluminado por una sonrisa que se insinúa infantil; un hombre feliz, de expresión radiante, rodeado de estudiantes peruanos en una visita a ese país sudamericano, que se sabe admirado y se deja querer.
Hoy, a sus 98 años refleja la plenitud de un hombre en paz consigo mismo, agradecido con la vida, confiado en que su legado está llegando ya a muchos jóvenes, lo que le genera esperanza de que sus propuestas fructifiquen en una Vía hacia una sociedad y un mundo mejor.
Es un autor que los maestros debemos leer.