El primer regidor de Torreón, Ignacio García, en una entrevista sui generis, avisó la inminente modificación del Reglamento de Movilidad.
Adelantó que se modificarán las velocidades máximas permitidas en la ciudad, un sueño largamente acariciado por el alcalde Zermeño.
El reglamento, promulgado en 2014, se hizo tras un período ejemplar de participación ciudadana con el espíritu de mejorar la seguridad de los desplazamientos en la ciudad de Torreón.
Por ello establecía la pirámide de la movilidad, una jerarquía en el uso del espacio público que da más derechos a los usuarios más vulnerables y expuestos y se vuelve más estricto y supervisor con los usuarios que crean los riesgos y los daños en nuestras calles: los conductores de automotores.
La velocidad mata. La velocidad es la variable maestra que define la frecuencia y severidad de los siniestros viales.
Elevar los límites de velocidad es un sinsentido que hará de Torreón una ciudad más cruel e insegura de lo que ya es.
El pavimento se empapará aún más de sangre por este capricho de quienes nos gobiernan.
Más familias torreonenses experimentarán el dolor de perder a un ser querido o de verlo herido de gravedad.
No debemos olvidar que en un gobierno normal, el regidor debería mantenerse al margen de una maniobra como esta pues es bien sabido su interés económico en el sector de taxis, un sistema de movilidad motorizada directamente vinculado a los cambios al reglamento de movilidad.
Peor aún, el regidor García promete socializar los cambios al reglamento con las cámaras, cuando quienes deben participar son los peatones, las personas con discapacidad, los ciclistas y los usuarios del transporte público.
Es decir, aquellos sectores directamente afectados por los cambios que se pretenden hacer al reglamento.
Estamos en medio de una emergencia sanitaria sin precedente. Nuestros gobernantes y los ciudadanos debemos hacer hasta lo imposible para mantener la ocupación hospitalaria en números bajos.
Esto pasa por reducir la velocidad a la cual nos movemos, exactamente lo contrario de lo que pretenden el alcalde y el regidor.
