El pasado jueves 7 de enero, sobre Boulevard Las Torres de Poniente a Oriente, aproximadamente a las 22:00 horas (diez de la noche), se instaló un operativo por parte de Tránsito Municipal, a los que los leoneses ya estamos acostumbrados.
Al que esto escribe, como un gran número de conductores nos detenían a fin de pasar un análisis o examen altamente científico, con un grado de credibilidad y certeza absoluto, me refiero al famoso alcoholímetro.
Lento, demasiado lento, uno a uno pasábamos por una larga fila en nuestro vehículo y al tocar nuestro turno, en forma atenta al menos de momento, una joven oficial, me imagino de Tránsito del Municipio, me dio las buenas noches, me indicó que estaban realizando la prueba del alcoholímetro.
En forma inmediata, se acerca a la ventanilla y con una especie de libreta que pone cerca de mi boca me pide que "sople", a lo cual, me negué, pues me parece una grosería y falta de respeto hacer este tipo de prácticas y así se lo señalé.
Le pedí que usara el aparato que comúnmente conocemos como "alcoholímetro portátil" y en forma automática, se le acabó lo amable, gritó a otro oficial y le dijo "este, este", fui atendido por otro oficial y le explique lo que quería, lo cual es mi derecho.
El oficial, sin darme una respuesta habló con otro oficial de mayor rango al que le expliqué, que lo único que quería era que se utilizaran los métodos adecuados, pues reitero, me parece grotesco y sin sustento, despedir aire por la boca a una persona, a menos que sea respiración de boca a boca.
Se acercaron varios agentes y entre risas y comentarios uno de ellos llegó con un aparato que supuestamente cumplía con las funciones y me pide que "sople", le dije que ese no era un alcoholímetro y así lo asintieron entre risas sus compañeros.
Uno de ellos me dice: "tiene razón, pero ya mandamos por uno"; les dije que no podía esperarme, les señalé que no era posible que los mandaran a realizar las pruebas al "tanteometro", entre bromas comentamos, ¿cómo le hacen para aguantar el aliento de un enfermo?
Reconocieron que no cuentan con los suficientes aparatos para llevar a cabo esta tarea preventiva de accidentes, me despedí sin obstáculo de su parte, no sin antes reconocerles su gran tolerancia a los distintos tipos de alientos, si así les podemos llamar.
Imagínese usted amable lector, "el aliento" de aquellos conductores que independientemente de haber ingerido bebidas alcohólicas, hayan cenado o comido unos ricos tacos de tripa, hígado, birria, pastor, suadero, de esos que vende "Don Luis", "El América", "Toño", "Los Cuñados" o cualquier otro afamado taquero de pueblo, mejor no lo imaginamos.
Aun aquellos que los piden sin cebolla, cilantro, ajo, rábanos, salsas o cualquier otro ingrediente a gusto del comensal, que culmina su ritual con uno o dos cigarritos, para aquello de la buena digestión, la halitosis, les queda chica.
Ahora resulta que los señores agentes de tránsito, encargados de estos retenes u operativos, son altamente conocedores y saben distinguir entre el consumo y la ingesta de alimentos y bebidas; y su refinado y conocedor olfato determinan el grado de alcohol que un conductor ingiere.
Pero la culpa no es de estos señores oficiales, mujeres y hombres que sólo reciben instrucciones, no es posible que les mande a la "guerra sin fusil", ¿qué tan confiable es el olfato humano para determinar la ingesta y grado de alcohol?
No cuestiono los operativos, aunque inconstitucionales, hecho que no controvierto, me parece que bien ayudan a la prevención de accidentes, sin embargo, estos deben hacerse de forma correcta, permitiendo al ciudadano y a la autoridad un grado de certeza confiable.
Seguir haciendo estos retenes u operativos, en la forma descrita, no sólo es irresponsable, sino que atenta contra los derechos de los conductores, la autoridad no puede bajo ningún pretexto, hacer suposiciones y mucho menos imponer sanciones sin que estas estén debidamente fundadas y motivadas.
Como me lo externó uno de los oficiales, así los mandan y esas son las instrucciones y no pueden negarse, sin embargo, no se puede permitir que se sigan haciendo este tipo de eventos en la forma ya señalada.
Las multas económicas no son cualquier cosa, es probablemente la más cara, pero además el tiempo, el traslado a "Cepol", el malestar fundado del ciudadano y de su familia y lo más grave, se presta totalmente a la corrupción, pues al no existir constancia de quienes no son aptos para conducir debidamente registrado, las mordidas o pagos de favores se incrementan.
No se puede alegar la experiencia de los agentes para determinar quiénes se encuentra aptos para conducir, reitero la sanción es muy alta, de 12 a 36 horas de arresto que puede conmutase por el pago de una multa de 70 a 120 días de salario mínimo.
El uso de los instrumentos necesarios para medir el grado de alcohol, es indispensable pero también se deben de utilizar adecuadamente, motivo por el cual quienes estén a cargo deberán de contar con capacitación al respecto.
Los alcoholímetros deben calibrarse adecuadamente en forma periódica y sólo debe usarse una boquilla por cada persona, no es válido lavarse ni aparentemente desinfectarla, pues hacerlo altera los resultados en cualquier sentido. Espero que los responsables de estos operativos realicen correctamente su trabajo, no cabe justificación, pues los detectores humanos que están usando, difícilmente contaran con la precisión exigida en la ley.
Y por favor señores agentes, por su beneficio, no permitan que "les soplen", es antihigiénico y además no les sirve de nada, cuando mucho podrán detectar si el conductor, comió ajo, cebolla o cilantro.
Y por cierto, si cuentan con alcoholímetros, ¿dónde están?; y si no tienen, pues suspenden el programa hasta que los tengan.