1. ¿Qué pasaría si un domingo las mujeres católicas deciden no ir a misa? Es probable que el servicio litúrgico sea suspendido, pues aunque esté el presidente de la celebración, siempre varón, faltarían las acólitas, las lectoras, las monitoras, las integrantes del coro, las ministras de la sagrada comunión, las colectoras de la limosna y la sacristana. Además, las bancas de los templos lucirían casi vacías.
2. ¿Y si faltaran los varones? El recinto religioso tendría tres cuartas partes de ocupación, todas las funciones estarían cubiertas y, ante la falta del sacerdote, alguna dama dirigiría una celebración de la Palabra y distribuiría la Sagrada Comunión. ¿Por qué no puede ella, con la debida preparación, e independientemente de ser laica o monja, presidir la misa y consagrar?
3. Porque el sacerdocio ministerial está reservado a los varones. Pero existen casos como el de la religiosa Alba Teresa Cediel Castillo, colombiana de las Misioneras de la Madre Laura, y quien trabaja desde hace años en la Amazonía. Ella afirma bautizar, confesar sin dar la absolución y ser testigo del amor en las bodas. Confía en que, poco a poco –pianopiano–, la institución eclesial le ofrezca más espacios.
4. Pero mientras llega ese momento, la pesada estructura eclesiástica ha tenido que ceder a otro de los inevitables avances empujados por las mujeres: su voto en eventos como el actual Sínodo de la Amazonía. Resulta que un grupo de obispos participantes ha propuesto a la Secretaría General que se conceda a las 35 mujeres participantes –de 200 en total– el derecho al voto.
5. Y es que hasta el día de hoy podían estar presentes y hasta opinar, pero no votar. Se confía en que el papa Francisco, como lo hizo en el anterior Sínodo de la Juventud, en que aceptó el voto de varones no sacerdotes, ahora lo haga también con las mujeres. Pero: ¿por qué tarda tanto la Iglesia Católica en asumir los cambios de la sociedad en materia de igualdad y reconocimiento a los derechos de las mujeres?
6. En especial cuando desde el siglo XIX se comenzó a aprobar el sufragio femenino en diferentes países, y en 1948 se consagró como un derecho humano fundamental. ¿Por qué si laicas y consagradas son invitadas a reuniones en las que se juega su misma vida, y pueden opinar y tener ponencias magistrales, no se les permite votar sus conclusiones? Como dijo la monja colombiana: piano piano.
7. Cierre ciclónico. El Senado de la República decidió otorgar la Medalla Belisario Domínguez a mi admirada Rosario Ibarra de Piedra. Tiene 45 años buscando a su hijo, desaparecido en el marco de la lucha contra la guerrilla hacia mediados de los setenta. Ella siempre ha dicho que, más allá de la culpabilidad o inocencia de su vástago, tenía derecho a saber dónde estaba, vivo o muerto. Bienvenido el premio.