Llegamos a la séptima entrega de esta serie titulada “Las realidades paralelas”. En esta serie he descrito algunas de las incógnitas que desveló la mecánica cuántica.
Fue Albert Einstein en las primeras décadas del siglo XX quien puso en marcha este campo de la física.
Así, hubo dos maneras de entender el mundo.
Por un lado, la mecánica clásica describía el comportamiento de los objetos en el macro mundo. Mientras que la mecánica cuántica intentaba predecir la conducta de los átomos.
Las conclusiones de ambas teorías eran, en apariencia, contrarias.
La física clásica hablaba de un mundo predecible y relativamente estable.
Por otro lado, la física cuántica proponía una realidad indeterminada y hasta cierto punto inestable.
Tal como hemos leído, la mecánica cuántica interpreta que las partículas son ondas y que su ubicación es indeterminada hasta que una consciencia las observa y las mide, sugiriendo que la consciencia influye en la realidad, que le da creación.
O inclusive propone que la partícula que observamos al medir la onda no colapsa, sino que la onda es la realidad de la partícula en todas sus posibilidades, existiendo todas en la simultaneidad, solo que nosotros no las alcanzamos a ver, con la excepción de una.
Y fue Eugene Wigner quien propuso que la realidad de un observador externo y la realidad de otro que realiza mediciones en el interior de un laboratorio son tan válidas como la declaración de dos testigos en un juicio que vieron los mismos hechos pero cuentan versiones distintas.
Nos podríamos preguntar: ¿Por qué hay dos formas de entender el universo?
¿Es el mundo de la mecánica clásica y el mundo de la mecánica cuántica el mismo mundo en que vivimos?
¿Dónde está el límite de uno y dónde empieza el otro? ¿Dónde o cuándo exactamente cambian las reglas?
¿Somos los seres vivos de un mundo o de otro, o de ambos? ¿Y nuestra mente, cerebro y consciencia?
¿Hay una teoría que lo explique todo?
Las respuestas a estas preguntas son largas y en constante reelaboración.
Einstein rechazó la mecánica cuántica pese al hecho de que él mismo había abierto la puerta hacia ese territorio.
Lanzó la pregunta en acalorados debates: “¿De verdad crees que la Luna no está allí cuando no la miras?”, para derrocar el principio de indeterminación.
Lo cierto es que Einstein perdió el debate y la mecánica cuántica se diseminó como un culto. Luego nos introduciría en la era nuclear.
Asimismo, levantó una ola de ideologías extravagantes de corte espiritual, que me gustaría abordar próximamente.