¿Sabes lo que sucedió?, le pregunta Antonio Salieri a su confesor en el filme Amadeus (Milos Forman, 1984), luego de contarle la manera en que oró a Dios por el don de la música, tal como leímos en la entrega de la semana pasada.
Salieri responde que, milagrosamente, su padre murió y que así pudo estudiar música.
Por obra de Dios, llegó a Viena más tarde, la ciudad de los músicos.
Allí fue nombrado compositor de la corte del emperador José II. Sus sueños se volvieron realidad.
Pero un día, todo volvería a cambiar. Mozart, a los veinticinco años, daría un recital bajo el auspicio de su patrono, el arzobispo de Salzburgo.
Salieri, quien ya pasaba los treinta, acude a la sede, emocionado, para ver por primera vez en persona a su ídolo de infancia.
Camina por las salas, con peluca castaña, entre empelucados blancos de todas las edades.
Juega a adivinar, ¿será ese Mozart?
De pronto, seducido por platillos y manjares, Salieri entra en el comedor y, solo frente al festín, pellizca un postre.
Apenas saborea cuando entra una mujer perseguida por un hombre.
Los dos se arrastran por el suelo, pasan por debajo de las mesas y ella grita, pero se deja atrapar.
Luego el hombre le da besos: la mujer es hermosa, joven y muestra un voluptuoso escote.
Él le dice frases al revés y ella reordena las palabras.
Luego suelta un golpe con la mano porque las frases son soeces, escatológicas.
Los dos siguen en el juego, tumbados sobre las alfombras, cuando el joven se levanta y dice shhh, y luego añade, mi música, han empezado sin mí.
Entonces se acomoda un mechón de la peluca y corre hacia la sala donde el público ya disfruta de la representación.
Salieri ha estado en un rincón del comedor y presenció la escena desde el principio.
Vemos su rostro boquiabierto, justamente cuando cae en cuenta de que ese hombre vulgar es el mismo que ha admirado por la belleza de su música a lo largo de su vida.
Salieri no puede comprender la paradoja, pues su talento había llegado por gracia de Dios y la virtud lo había alimentado.
Ocurren otros hechos con Mozart que confirman el drama de Salieri, su temeraria envidia y su implacable venganza.
Yo le había dicho a mi estudiante que Amadeus presentaba la historia de todos los mortales que presenciamos el milagro de la genialidad desde lejos.
Añadiría que el filme habla también de ese gran misterio de Dios o el universo, que a veces da dones a quien no buscan la gracia y tragedias a quienes posiblemente no las merecen.
Habla de la humana incapacidad de entender “tales decisiones”.
Recomiendo esta película de hace ya cuarenta años, mi favorita.
El tiempo, maravillosamente, no le ha dado más que virtudes.