Política

La paradoja de la confianza

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Como la de pocos gobernantes, la confianza popular hacia el presidente López Obrador es muy alta. Es elevada si se consideran los precedentes y más si se advierten los pobres resultados de su gobierno y, especialmente, la reserva que hay en las élites, en especial la económica. La inclinación estatista y la recurrente hostilidad del Presidente a la generación de riqueza dificultan la confianza de los inversionistas sobre el futuro del país para lo que resta de su gobierno.

Ser aceptado por el pueblo y rechazado por los hombres del dinero habla del desencuentro de la sociedad con sus élites y particularmente con el modelo económico. Es un tema que antecede al arribo de López Obrador a la Presidencia. Los ricos se ocuparon de ganar dinero, tergiversaron el sentido de libertad y usufructuaron su condición de poderosos. Obviaron legitimar el modelo, difícil empresa por la exclusión de muchos del bienestar y la presencia de la corrupción. Hoy el populismo cobra vida precisamente por ese sentimiento de agravio.

El populismo remite a una paradoja fundamental: gana el poder bajo la expectativa de una mayor equidad social, pero los resultados llevan a lo contrario: mayor desigualdad y más concentración de la riqueza. La baja en el crecimiento se traduce en mayor desempleo, además de que la economía informal gana terreno, con todos sus efectos perniciosos. El deterioro de la legalidad también implica que la impunidad cobre mayor relieve.

Las razones del populismo son propias para la retórica, pero pierde en la realidad. Eso significa que el tiempo corra en su contra. Más tarde que temprano la pobreza crece, la inseguridad aumenta y el disgusto de muchos significa que el desencanto se haga presente. López Obrador cuenta con muchos recursos para eludir la realidad, pero más temprano que tarde ésta acabará de imponerse. Sin embargo, lo que vendrá no es la pérdida de legitimidad, sino un acento en la polarización política y social.

En amplia perspectiva el tema no es López Obrador, sino lo que venga después. La sucesión desde ahora es campo minado y la escisión en el grupo gobernante es lo que se avizora. La legitimidad del sucesor, cualquiera que sea, hace inevitable un giro drástico por cuestiones de supervivencia; una dificultad mayor del (la) ungido (ungida). López Obrador tendrá a mucha gente, pero no la razón, lo que significa adhesión hasta el momento de la elección, si se ganara de allí en delante vendría el distanciamiento.

Aunque no prevaleciera Morena en la elección presidencial, el regreso al pasado es imposible. López Obrador ha ganado varias batallas propias y de muchos: la austeridad es una de ellas, también la aspiración de terminar con la venalidad y la inseguridad, aunque es predecible que al final del sexenio sean lugar común los escándalos de corrupción de la 4T y una sensación de fracaso, eso aumentará el anhelo de un proyecto político alternativo al existente y al del pasado. El relevo generacional es insuficiente y tal como sucedió con López Obrador, lo que será eficaz es lo disruptivo, un movimiento al margen de los partidos y mucho más en función de la persona y lo que ésta represente o simbolice.

@berrueto
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Federico Berrueto
  • Federico Berrueto
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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