Todavía sin instalarse la nueva legislatura queda claro que el Presidente perdió mayoría en el Congreso. Para salvar cara después de la elección, se hizo creer que se había alcanzado el objetivo de lograr mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. La situación no es tal y ahora su proyecto transita por campo minado. Lograr convocar al extraordinario, a pesar de su necesidad, fue difícil más que todo por la determinación del PT de proteger a Mauricio Toledo de la justicia penal promovida por la fiscalía de la Ciudad de México.
El Presidente hizo creer que los diputados del PT y PVEM le pertenecían. No son incondicionales, más aún, en perspectiva tienen la necesidad de diferenciarse para no asumir los costos del mal gobierno, las malas decisiones y el incumplimiento de obras emblemáticas y en programas sociales. López Obrador es popular, y seguramente seguirá siéndolo, no así su partido como quedó evidente en las elecciones pasadas. La cúpula del PRI está dispuesta al acuerdo con el Presidente, es la función de Rubén Moreira, pero saben bien que de hacerlo sobrevendría la rebelión y el rechazo de sus correligionarios en el Senado.
La sumisión al Presidente por sus aliados será más que incierta conforme se aproxime la sucesión presidencial y el proceso electoral de 2024. Retrasar los tiempos del relevo era necesario para retener el poder por el Presidente. López Obrador anticipó los tiempos y ha abierto un frente entre sus colaboradores que conlleva que los aliados construyan un proyecto diferente al de una coalición total de 2018 y que significó la pérdida de registro del PES y para efectos prácticos del PT, al que salvó un acuerdo desde el poder al anular un distrito en Aguascalientes. Esto ocurrió con 53% de los votos a favor del candidato común, ¿qué sucedería si el porcentaje fuera de 45% como ocurrió en la elección pasada?
El PVEM no es un partido. Es un negocio a partir de la extorsión a quien detente el poder. No hay proyecto, valores, principios ni nada. Son eficaces porque su inmoral pragmatismo les ha permitido transitar al futuro sin mayor problema. Han ganado mucho porque saben acordar y como tal, el futuro les plantea la necesidad de un candidato presidencial propio. A la vista está Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal, lo que significaría una fractura de la coalición gobernante y una merma para el 2024. Al PT, con un mayor apego al proyecto de la 4T se le presenta un dilema semejante: desaparecer o traicionar.
Conforme avance el tiempo se advertirán con mayor claridad que los socios del Presidente no son confiables ni suscriben el esquema sucesorio presidencial. Todo, más el presupuesto o las decisiones polémicas, estará sujeto a negociación. En la Cámara de Diputados serán difíciles los acuerdos y no hay una figura de la calidad y habilidad de Ricardo Monreal, a quien el Presidente ha maltratado en exceso y le ha hecho entender desde ahora y sin legítima razón que no es opción en la sucesión.
@berrueto