Política

Última semana de la dirigencia perredista

En la película alemana de 2004, ‘La Caída’, que narra los últimos días de Adolfo Hitler en su búnker en Berlín, se retrata a un dictador delirante que trata de conducir escuadrones que ya no existen, armamentos que ya no le pertenecen y estrategias que están fuera de su alcance. La escena más icónica del filme es cuando un grupo de sus altos militares acude a reportarle una derrota más al führer; éste trata de descartarla diciendo: no pasa nada, ya llegarán los refuerzos. Con temor, sus allegados le reportan que estos fueron derrotados.

Así, aferrándose al poder en el comité estatal del PRD, Cristian Campuzano se mueve entre destituciones ilegales, mayorías artificiales que sabe que serán corregidas en el próximo Consejo cuando la renovación de los espacios que eran de las diputadas electas Élida Castelán y Viridiana Fuentes, sean subsanados y agresiones, un día sí, y otro también a todo aquel que osa mostrarle la realidad de una dirigencia a la cual el crédito y la legitimidad se le están acabando.

Esta semana, las mencionadas diputadas electas, así como Norma Lojero, ex titular del área de Patrimonio; y Claudia Bautista, hasta entonces enlace de Transparencia, acudieron a la FGJEM a presentar una denuncia por violencia política de género en virtud de que no se les respetó su garantía de audiencia y no se dio motivos para su destitución. Así como la negativa de Campuzano a siquiera permitirles tomar la palabra en la sesión de Comité. En un acto que cualquier teoría de género calificaría como revictimización, el aún presidente las acusó de dañar al partido. Acto seguido, profundizó el maltrato contra Bautista al enviarla a trabajar a las viejas oficinas del PRD en Avenida Hidalgo, con instalaciones que carecían de servicios básicos y en estado de abandono. ¿Si esto no es violencia, qué lo es?

Lógica la desesperación de Cristian, que tras ver otro desplegado con las firmas de más de 120 consejeros estatales, ve como uno a uno de los que dijeron apoyarlo se reúnen en torno al liderazgo de Omar Ortega y Javier Rivera en la ruta de unidad por la renovación del partido. Contamos con información acerca de que ya se reunió la firma de dos tercios del Consejo para solicitar formalmente la realización del mismo.

Es incluso más que la mayoría simple que requiere el estatuto para removerlo. Pero se sabe que fue un daño autoinfligido al querer cambiar la ruta que el perredismo mexiquense ha elegido para ser el estado que, elección con elección, más votos aporta a su instituto político. Los llevó a una alianza que desdibujó al partido y ahora tiene que rendir cuentas.

Bien dice un viejo adagio: el poder no te cambia, solo muestra quien fuiste siempre en realidad.

Queda hoy más claro que nunca que Campuzano no tuvo el carácter para unificar al partido en la entidad, más que en sus últimos días en los que una unidad clama por su salida. ¿Qué futuro político puede tener ahora? Bien dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena, pero que quede de lección para sus sucesores y políticos de otros partidos. Cuando se jura un cargo, se dice: “o que la ciudadanía me lo demande”.

No hay plazo que no se cumpla y hoy la militancia mexiquense tiene claro un rumbo con ideología y propuesta propia, alejada del camino en el cual Campuzano pretendió entregar al partido a cambio de prebendas personales.


Fabián Rodríguez


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