Así está establecido, y hasta detallado, en nuestro Pacto Nacional, que en estos próximos días cumplirá 104 años de promulgado. Somos una república democrática, con régimen de partidos políticos, que, como su nombre lo indica, son partes de la ciudadanía soberana que se expresa a través de ellos, en plazos claramente establecidos en la norma. Soplan ya los vientos de las competencias y de sus formalidades legales.
Nada tiene, pues, de raro, y a nadie le debe sorprender que el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, Marko Antonio Cortés Mendoza, declare que pinta su raya con el Partido Movimiento Ciudadano, y que cuestione que se hayan negado a formar parte de una nueva alianza nacional opositora.
Después de todo, los Documentos Básicos de MC son clara y expresamente cardenistas. En 2012 postuló a López Obrador. Dice Marko: “Más allá de discursos, el PAN no consiente acuerdos que parece que le dicen al Gobierno Federal: tú llévate todos los diputados federales, mientras a mí me dejen los diputados locales”; y añade: “… que busquen otras alternativas”. Claramente se observa también la visión estratégica nacional del presidente del PAN. “Se es o no se es opositor” dice Cortés, con larga experiencia en el asunto.
Esa gran experiencia estratégica les lleva ahora a buscar la gran alianza con “los votos que pesan” de que hablaba don Jesús Reyes Heroles. Es más: los conduce inexorablemente a ser su cauce legal; porque la expresión ciudadana republicana se canaliza a través de los votos que cuentan.
Las tiendas de campaña se las lleva el viento; y en las marchas, los comunicadores cuentan el número de ciudadanos: mujeres y hombres. Lo mismo ocurre con los datos ponderados de las encuestas: calculan votantes.
La incertidumbre democrática está en lo que decida la ciudadanía en su tiempo: dentro de medio año; y se cuenta voto por voto individual.
No fondos al estilo gringo. No es fondocracia. Ni república corporativa.
No es guerra; es política; y la política debe llevar a las confluencias, en la convivencia pacífica; y será pacífica con el consenso de todos ya pasada la elección: ganadores mayoritarios y perdedores minoritarios, respetuosos de las reglas del acuerdo. Sin asaltos armados al Capitolio.
Para obtener el registro formal como partido político nacional, cualquier grupo de ciudadanas y ciudadanos debe incluir en su Declaración de Principios, de manera imprescindible, su compromiso expreso y formal de sujetarse a los principios básicos de la convivencia republicana expresa en la Constitución nacional.
O sea: derechos humanos, educación universal, libertad religiosa, rectoría económica del Estado, propiedad originaria de la Nación sobre sus recursos naturales, igualdad de géneros, derechos laborales; “el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”; gobierno de las mayorías, respeto a las minorías, libertad de expresión, actuación pacífica.
Esas son las confluencias. Los modos son las legítimas diferencias. La ciudadanía tiene la última palabra. Muy pronto.