Política

¿Qué quiere decir populismo?

“Populismo” es un término que inventaron los pensadores marxistas rusos: ¿será eso lo que quieren decir, como palabra de moda, los que lo están utilizando, precisamente en este año preelectoral, para referirse a un proyecto político, que por cierto parece que lleva ventaja en los sondeos de todo tipo y origen, con vistas a las elecciones republicanas del próximo año?

Los seres humanos utilizamos palabras para comunicarnos. En ese marco de referencia, resulta indispensable que el significado de un término, de una palabra, sea el mismo para el que lo comunica que para el que lo recibe. Así podemos entendernos.

Por eso, en los viejos tiempos de la filosofía escolástica, los debates conceptuales o doctrinarios, tenían que siempre comenzar por la explicatio terminorum, o sea la explicación de términos. Así se evitaban las equivocaciones y los malos entendidos.

Naturalmente, cuando hablamos del significado de un término, nos referimos a su contenido objetivo; no a la animosidad. Las etiquetas animosas pervierten cualquier análisis serio de la realidad social.

Allá en los tiempos de la política institucional, a mediados del siglo XX, se contaba entre los profesionales de la función pública una supuesta anécdota, tonta pero ilustrativa: un político le decía a otro que un tercero se había expresado muy bien de él (del segundo). La respuesta desconfiada fue: “¿Pero el tonito?”

Si con ánimo cuidadoso acudimos al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, encontramos la definición: “populista: perteneciente o relativo al pueblo”. No nos saca de apuros. Porque no incluye el tonito. Sólo el significado.

Para los marxistas rusos de finales del siglo XIX, el populismo significaba una desviación doctrinaria, porque los populistas: (naródnik) creían que el ímpetu revolucionario no sólo surgía del proletariado, escaso entonces en Rusia, país rural, sino que venía de todo el pueblo, es decir: incluía también a los campesinos y a otras clases sociales.

Para aquellos marxistas rusos, los revolucionarios mexicanos de 1906-1917, serían catalogados como populistas, por definición. Seguramente lo aplicarían también al gobierno de Lázaro Cárdenas y a la propia Constitución de 1917, ahora centenaria, aunque maltrecha. Con daños estructurales provocados por ese grupo que se ha adueñado del poder político y económico.

Son ellos precisamente los que etiquetan de populista, con tonito, cualquier intento que pretenda por la vía pacífica cambiar el estado de cosas impuesto por ellos desde hace 35 años. Porque quienes pretendieren hacerlo por la vía violenta, además de suicidas, serían considerados terroristas.

Estamos hablando, naturalmente, de quienes pretendan el cambio del proyecto de Nación. Porque con las actuales instituciones llevamos más de 210 mil homicidios, o sea: muertes violentas de seres humanos. Entre otros, más de 120 periodistas.

Parecería, pues, que tienen razón los pertenecientes a ese grupo reducido que se apropió del poder, porque la rabia popular ha cundido a todo el pueblo mexicano, más allá de las clases sociales, y también la voluntad de cambio. El apoyo popular, o sea ciudadano, a las actuales instituciones, y a quienes las detentan, no pasa de un 12 por ciento. Como todo el mundo lo sabe, los indignados somos la abrumadora mayoría: el 88 por ciento, al menos.

No sólo por los 43 de Ayotzinapa, la Casa Blanca, el salario mínimo, el FOBAPROA, los cientos de miles de muertes violentas, el desmantelamiento de Pemex y el gasolinazo, los insultantes sueldos y bonos de los “servidores públicos” de alto rango, los fraudes electorales y la descarada compra del voto, la mortalidad infantil, el desabasto y saturación del Seguro Social, la oclusión de la matrícula en la educación superior y en las becas de CONACYT, la falta de escuelas primarias, las fosas de Jojutla, los asesinatos de periodistas, la tercerización laboral, la insuficiencia y privilegios fiscales.

También la arrogancia de la llamada clase política, descaradamente de espaldas al pueblo “soberano” elector, y desvinculada de la base popular, hace que de manera impensada nos lancemos a exclamar al estilo argentino: “Que se vayan todos”.

Quienes, perteneciendo a cualquier clase social en México, repudian el actual estado de cosas y están indignados, y creen en la validez de la soberanía popular, comparten la idea central de la Disputa por la Nación; y como solución nacional simpatizan con el Nuevo Proyecto Alternativo de Nación, o con el Plan Por México Hoy, o con la Declaración de Principios de Movimiento Ciudadano, o con cualquier otra propuesta de rescate nacional del desastre de los últimos 6 sexenios federales, pueden con gusto y orgullo republicano dejarse llamar populistas.

P.D. ¡Populistas de México uníos!

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Esteban Garaiz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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