No puede uno, como ciudadano, pecar de ingenuo, cuando se trata de los grandes intereses nacionales. Por supuesto, que debemos, por elemental principio de salud pública, seguir empeñados en reducir, hasta eliminar, el uso de la combustión interna de hidrocarburos para la movilidad vehicular tan pronto como resulte posible.
Pero no es realista pensar que esto vaya a ocurrir en un lapso menor a 10 años, teniendo en cuenta que hoy circulan por el país un mínimo de 20 millones de vehículos de combustión interna con una vida útil promedio de 10 años; y que son patrimonio de la gente.
Una vía mucho más realista es la reducción del uso del gas natural por la vía práctica y económica de los calentadores solares domésticos. La generación geotérmica ya está notoriamente avanzada por la CFE; aunque todavía tiene márgenes de expansión. Del mismo modo que la generación hidroeléctrica en saltos de menor escala.
Los vientos del Istmo de Tehuantepec son igualmente una gran ventaja comparativa de que está dotada la Nación mexicana (al igual que la distancia asombrosamente corta entre los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos; y ahora con la transformación del transporte internacional por medio de contenedores).
El viento del Istmo puede ser implícitamente asimilable a todos los elementos naturales “sólidos, líquidos y gaseosos” descritos en el artículo 27 de la Constitución, como propiedad originaria de la Nación mexicana.
Además, la instalación de las aspas de viento en terrenos de propiedad o posesión privada individual, por parte de empresas privadas nacionales o extranjeras, no la eximen de la obligación internacional, según el Acuerdo 169 de la OIT, de la consulta previa a las comunidades indígenas del corredor, cuya asamblea general es, según el mismo artículo 27, “el órgano supremo de decisión ejidal o comunal”.
Por todo esto, la lógica indica que resulta urgente la intervención directa y detallada de la Secretaría de Energía, para poner orden y equidad entre productores y pobladores, para garantizar que las energías limpias no sean ocasión y pretexto de negocios turbios; como parece ser el caso según las reiteradas denuncias de organizaciones cívicas locales y nacionales, que sostienen haber sido continuamente desoídas. La pulverización de contratos individuales es el tema central; más que la intermitencia.
Es de alegrarse que entre las nuevas generaciones informadas esté extendiéndose de manera creciente la conciencia ecológica colectiva de que todos somos responsables de preservar la vida vegetal y animal en nuestro planeta, contra el despojo voraz de unos cuantos.
La humanidad sigue haciendo uso de los recursos naturales; y en muchas ocasiones de manera irresponsable y avorazada y devastadora.
Hay que superar, entonces, la actitud meramente conservadora, conservacionista, contra el despojo, para avanzar hacia el compromiso proactivo: replantar por todos lados. Como lo vienen haciendo en las explotaciones forestales nórdicas: cortan la madera y de inmediato reforestan.