Mientras Donald Trump continúa “doblando” empresas automotrices que planeaban instalar plantas ensambladoras en México (haciendo a un lado la doctrina del libre mercado, para asegurar el empleo norteamericano), aquí nuestro Poder Federal, Ejecutivo y Legislativo, es decir: PRI, PAN más menudencias cómplices, siguen importando gasolina (dicen que subsidiada, con el dinero de todos) y “liberando” el precio al público, que todos pagamos aunque no llenemos tanque propio.
Todos en la industria saben, y también los ciudadanos atentos, que no hay razones técnicas para seguir reduciendo el volumen de producción de gasolinas nacionales de las seis refinerías propiedad de Pemex, o sea de todos nosotros, de 350 mil a 250 mil barriles diarios.
El cacareado “subsidio” NO es a la producción de la gasolina nacional, sino que es A LA IMPORTACIÓN irracional, que ya ha llegado a un 75 por ciento de consumo para la movilidad nacional.
Las distorsionadas finanzas del Gobierno Federal, que no cobra a los que más acumulan con el trabajo del 99 por ciento de los mexicanos productivos, han cobrado, en cambio, de IMPUESTO a las gasolinas, según el reporte oficial de los primeros 11 meses del 2016, un monto de 263 mil 545 millones de pesos, que representa un aumento de 29.3 por ciento de lo que recaudó el año anterior 2015, por ese concepto.
El 35 por ciento del precio “liberado” que paga quien llena su tanque (e indirectamente todos los que consumen jitomates y cebollas) es un IMPUESTO de 6 pesos por litro: un “Impuesto Especial sobre Producción y Servicios” (IEPS).
De todos modos, no tapará el boquete que tiene el Presupuesto Federal por el derrumbe del precio internacional del crudo que exporta. Por lo que seguirán los recortes en escuelas y salud.
La pésima apuesta que hicieron desde hace 35 años, enganchando el precio de compra de la gasolina importada, cada vez en mayor cantidad, a los vaivenes de los precios internacionales del crudo, nos ha llevado a todos a este desastre. Hacienda está como apostadora que sale despelucada del casino. Se jugó nuestro patrimonio y lo perdió. Todos pagamos. También nuestros hijos y nietos.
Quien quiera que llegue al Poder Federal en 2018, sólo tiene una solución, y es a mediano plazo: producir en casa, con crudo propio, la gasolina propia, para la propia movilidad nacional.
No parece prudente que los ciudadanos mexicanos quieran encomendar la solución de este grave entuerto a quienes nos metieron en él. Cualquier programa electoral que se nos quiera presentar a los electores para 2018, necesariamente tiene que incluir la construcción de las 5 refinerías que nos hacen falta para garantizar estratégicamente la movilidad nacional.
Para que no esté vinculada irresponsablemente, ni por abasto ni por precio volátil, a los humores y decisiones políticas de los “factores externos”, a los que irreflexivamente (o perversamente) nos amarraron nuestros flamantes estrategas, por dictados no precisados de origen externo.
Hoy la República Mexicana tiene una deuda pública global de 9.4 millones de millones de pesos (9 billones 383 mil millones en noviembre de 2016) según cifras de la Secretaría de Hacienda.
Ahí está incluido el rescate público de los bancos privados, cuyo monto principal no se ha empezado a pagar; sólo intereses hasta ahora. Lo tendrán que pagar nuestros hijos.
El peso mexicano ha sufrido una devaluación del 70 por ciento desde 2012. Según información oficial del Centro de Estudios para el Desarrollo de la Cámara de Diputados, el fisco federal ha dejado de percibir desde 2002 un total de 7 billones (millones de millones) por tratos fiscales preferenciales: o sea los “regímenes especiales” que mañosamente se dejan en los boquetes “legales” en la Ley Federal de Ingresos de cada año, aprobada por la mayoría prianista mencionada, para que los “grandes contribuyentes” eludan los impuestos y se lleven lo acumulado a paraísos.
Ahí está la raíz de todo el desastre. Sólo ahí está la solución: impuestos progresivos. México sigue siendo uno de los países que menos recaudan de su economía privada: escasamente completa un 12 por ciento sobre producto nacional bruto. Mientras países como Bélgica, Dinamarca o Francia recaudan 48 por ciento; Italia, Finlandia, Suecia o Austria un 44 por ciento.
El horror es que por más de 32 años Hacienda haya completado hasta un 40 por ciento del ingreso federal gastándose el crudo no recuperable propiedad de nuestros hijos y vendiéndolo, o malbaratándolo, en el exterior, en vez de procesarlo para las necesidades nacionales.
No es de sorprenderse que el pueblo “vándalo” esté ahora en pie de lucha. Si su voto vale más de un millón de pesos, no es para venderlo por una despensa.
P.D. Dos panistas patriotas y consecuentes con sus principios votaron en contra el 21 de octubre.
www.estebangaraiz.org