Política

Autarquía franquista o autonomía estratégica nacional

El Fondo Monetario Internacional no entiende. Sigue con su estrecha mentalidad de querer reducir la economía de la humanidad; o sea, la solución de las necesidades materiales de los seres humanos, al juego de malabares bursátiles de oferta demanda e inflación y caída de títulos, desde Nueva York.

Su mente estrecha no le permite medir la importancia de lo que significa garantizar la energía a los hogares de las Naciones; o el combustible y movilidad a los automóviles de las clases medias en su vida diaria. Por eso no puede aportar una solución real al pueblo español o al británico. Vean el desaseo.

Mucho menos puede entender (o no quiere) que nuestro gobierno, recuperando el rumbo perdido en 2013, quiere recomponer las finanzas y la viabilidad empresarial de Pemex y la CFE, piezas claves de nuestra vida nacional: la de todos los días.

Por cierto: el tema esencial de la política nacional de hoy no es la sobrevivencia del llamado Grupo Opositor.

No confundir el fin último con los instrumentos de la política operativa, que son los partidos.

El fin esencial de la política mexicana de hoy es la soberanía material de la Nación, es decir, la autonomía energética indispensable para las familias mexicanas; no la cotización en Bolsa. Mucho menos las escaramuzas partidarias.

Ese fue, después de la liberación y ciudadanía universal de los peones y el salario de los trabajadores industriales, el motivo central de la tercera transformación de México, que quedó plasmado en el Pacto Nacional de 1917: la soberanía material de la Nación, que era darle solidez de base a la genuina independencia.

En el maltrecho texto de 1917, hoy, después de tantos atropellos contra el propósito original de la Nación, de milagro ha quedado intacto el propósito central de los padres constituyentes: “La Nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”, eso es lo que no entenderá el FMI: el interés público.

Eso fue lo que se traicionó en 2013. Tienen razón los analistas que hablan ahora de “retroceso”. Hay que recuperar los valores de 1917, traicionados en 2013: reforma de la “reforma”.

No desviarse a lo instrumental. No andarse por las ramas. La ciudadanía tiene que estar polarizada: no hay más que de dos sopas: o 1917 o 2013. Ese es el dilema.

No estamos para “garantizar la seguridad energética de América del Norte”, como expresamente llegó a declarar nada menos que un Subsecretario de Relaciones Exteriores de México. No somos la misma nación. Podemos ser socios y buenos vecinos; podemos encontrar fórmulas de cooperación internacional para el desarrollo. No estamos para priorizar intereses ajenos.

Los norteamericanos no pueden olvidar que su desarrollo industrial comenzó en la guerra con su Metrópoli en 1812. Dejaron de importar los productos industriales de Inglaterra y de simplemente exportar su algodón sureño (producido por esclavos) a la Metrópoli. Les costó una sangrienta Guerra Civil. Ahí consolidaron su desarrollo propio de arranque.

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Esteban Garaiz
  • Esteban Garaiz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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