El problema del abasto de agua en la Zona Metropolitana de Guadalajara se ha agravado en los últimos años y significa uno de los grandes retos que debe afrontar una ciudad que se acerca de manera acelerada a los cinco millones de habitantes y que reclaman todos los días el acceso a un derecho universal. Porque tal vez el primer punto de este problema es verlo como un servicio y no como la garantía de un derecho irrenunciable para la población e innegable para las autoridades.
Los reclamos de la ciudadanía se pueden englobar en dos grandes: el del abasto y la calidad del líquido. Para ambas, se trata de un asunto de la infraestructura y cumplimiento de normas. La expansión de la ciudad constituyó un desorden en la planeación de la metrópoli que, además del agua presenta deficiencias en servicios como alumbrado, transporte y drenaje.
Existen decenas de colonias que no están conectadas a la red del Siapa y el organismo debe dotarles con un sistema de pipas que, a pesar de ser una solución temporal ahonda la desigualdad en los habitantes de la ciudad. Tenemos severos problemas para conseguir agua y hacerla llegar a todas y todos y los esfuerzos por rehabilitar Chapala y no sobreexplotar las fuentes naturales parecen ser insuficientes. Paradójicamente, se estima que un tercio del líquido que abastece a la ZMG se desperdicia por fugas debido a una red vieja que ha sido “parchada” y sobrecargada a lo largo de las décadas y que, al igual que la planeación urbana, no se le dio la atención que requiere. Hay otro punto, las inundaciones en el temporal de lluvias han dejado daños cada vez más graves y la infraestructura de la ciudad no está preparada o habilitada para dar aprovechamiento a las torrenciales corrientes de agua que ponen en jaque a la misma ciudad que reclama por la falta de abasto.
El segundo punto es la calidad del líquido que consumimos en la ciudad. Reportes de vecinos de diferentes colonias señalan que, cuando reciben el líquido por los constantes tandeos, lo hacen en condiciones deplorables. Basta ver el agua que sale de la llave para darse cuenta de que no es apta para el consumo humano y menos para realizar las labores cotidianas como asearse, lavar alimentos, ropa o trastes. Aparte de abasto, se está convirtiendo en un problema de salud pública y las implicaciones de consumir un agua de pésima calidad están empezando a resentirse en la población.
De nuevo, es un asunto de infraestructura, la calidad del agua depende en gran medida de las acciones de las autoridades no solo para hacerla llegar sino de las condiciones en que el equipamiento para lograrlo sean las adecuadas. Recientemente el Congreso aprobó que el Siapa realizara descuentos a colonias afectadas para tratar de resarcir el daño abriendo la posibilidad de una nueva forma de evadir la responsabilidad: teniendo como criterio uno monetario en lugar de un asunto de salud pública, de un derecho humano que insisto, es irrenunciable para la población y cuya dotación es innegable como responsabilidad de gobierno.
Es un asunto prioritario que no debe dejarse pasar. La construcción de la presa de El Zapotillo y la garantía de que habrá agua por los próximos cincuenta años no solucionan el problema, sino que obligan a verlo bajo una lupa de prospectiva. La ciudad crece y reclama cada día más agua que cada día escasea y cuando llega es un riesgo para quien la consume. Es necesario una agenda del agua para la segunda ciudad más grande del país y que parece agravase, el modelo del SIAPA debe replantearse a más de cuarenta años de su creación, una visión de sustentabilidad y concientización a la población debe implantarse lo antes posible.
Se trata de una agenda que va más allá de la ZMG y que afecta, de una u otra manera a todo el territorio de Jalisco, en que 76 de 125 municipios tienen un estatus de sequía extrema, aún con el temporal de lluvias actual, que tardó en llegar, luego de vivir uno de los meses más calurosos de los que se tengan memoria.
Nadie debe vivir sin agua. No se trata de una frase pegajosa o publicitaria, sino de una consigna de cualquier autoridad que tenga bajo su responsabilidad a millones de personas. Nadie sin agua, ya sea por abasto o calidad de la misma.