No por escribir somos escritores y tampoco porque se publique significa que algo valioso hay para decir. Philippe Claudel, un auténtico entusiasta de la literatura, narra el acontecer literario hoy en Sobre algunos enamorados de los libros (Editorial Minúscula).
Del fanático pasando por quien se esmera y escribe con premura a los autores que van con calma recorriendo un camino de tinta. Hay algunos reservados y otros que buscan los reflectores. Conocidos y anónimos, muertos y vivos, la gama de personalidades varía. Sin embargo, hay una condición que acecha en cualquier contexto: el infortunio o patetismo.
Si uno evitara escribir cada vez que prefiriera no hacerlo nunca se habría escrito nada (lo cual quizás sería acertado dependiendo la calidad del texto). Claudel habla sobre personajes que “aspiraban a convertirse en escritores pero no lo consiguieron por
diversas causas relacionadas con las circunstancias”.
Falta de carácter, una época mala, carencia de talento, mucho orgullo o simplemente el azar les impidió llegar a su destino. El éxito depende unas veces de tener suerte y otras de haberse esforzado: para convertirse en escritor no basta con quererlo.