Los escritores que fueron hijos de la Europa convulsa durante el siglo XX son muchos. Por ejemplo, René Crevel (1900-1935), quien se unió al grupo surrealista de André Breton. Aunque tuvo una existencia corta le alcanzó el tiempo para publicar obras como La muerte difícil (El Paseo Editorial), con prefacio de Salvador Dalí, que trata problemas morales en la realidad de cada personaje.
No hay ningún placer inocente: Crevel, toxicómano, sabía hacia dónde lo llevaría el exceso. Nada es gratuito. “Novelista entre poetas, enfermo entre sanos, bisexual entre homosexuales, comunista entre aristócratas”. Repudió a su madre desde que lo hizo contemplar el cadáver del padre suicida. La tuberculosis, junto al irremediable rencor hacia la figura materna, poblarán de soledad y ausencia un mundo que él habita con figuras retóricas.
La pulsión por morir de Cravel lo incita, sin embargo, a vivir. Esta novela no es testamentaría: sí prolegómeno de sufrimiento. Un triángulo amoroso acelera la velocidad con que el protagonista, Pierre Dumont, resultará aniquilado por aquella sociedad burguesa que exige justificaciones y a la que el autor pertenece verdaderamente.
Crevel, con la certeza de que narrar exorciza demonios, inventa “un folclore donde las criaturas son símbolos de tal o cual pecado”. A través del dolor muere y renace con la palabra, volviéndose inmortal.
@erandicerbon