Hay una generación de escritoras cuyo estilo lírico se fundamenta en lo romántico, no suele permitirse detractoras pero en ocasiones acepta alguna, como el caso de Penelope Fitzgerald (1916-2000), mejor partidaria de la novela histórica y discordante del periodo cultural.
En 1959 una fanática de la lectura compra Old House con el propósito de abrir la única tienda de libros en Hardborough. Esta sentencia anuncia toda una trama que desemboca en eventos difícilmente presagiables. La librería (Impedimenta) relata cómo Florence Green, una viuda que subsiste con el dinero que le deja su marido al morir, se propone existir por derecho propio y finca un negocio.
Tal iniciativa resulta motivo de disputa comunitaria en el pueblo, ocasionando contubernios con propósito de desahuciarla de la vieja casona a orillas del mar, que aparte de parecer embrujada, sí la habita un poltergeist que suscita espantos. Desde lo que otros consideran ligerezas, Florence pretende negar la gravedad de las circunstancias y vigorosamente sacar adelante una empresa fraguada.
El primer obstáculo que enfrenta consiste en obtener crédito bancario. Después debe presentar el proyecto ante la sociedad y protegerlo contra los vituperios de quien sería responsable del fracaso. Intriga tras intriga, el noble propósito acaba desvirtuándose. Cuando intuye que la batalla por residir en Old House ha terminado, apenas comienza.
El amor cortés del señor Brundish y una amistad con Christine Gipping parecen lo único entrañable del relato desprovisto de eventos afortunados; aunque él fallece y ella tiene que abandonarla, la mera iniciativa de que existieran constituye un acierto. Florence, digna heroína moderna, “pareció negarse a intentar entender nada más de lo que sucedía. Al final tuvo que decidir si permanecer o no”. Eligió marcharse.