El escritor suele consolarse escribiendo sobre su pena. Aquello que causa dolor y por ende sufrimiento en general está relacionado con el espanto; sin embargo, hay historias bellísimas que surgen del horror. Lecciones de vida que, más allá de lo doloroso y el victimismo, conviene utilizarlas para el autoconocimiento.
J. M. G. Le Clézio es autor de novelas que se nutren de una herida y redacta con compasión sobre aquello casi imposible de evitar hacer: victimizarse. Quizás gracias al gran país donde nació, gobernado por monarcas e intelectuales que lo convirtieron en una potencia mundial. Pero el patriotismo que profesa no es hacia Francia.
En comparación de otros celebrados premios Nobel de Literatura, él continúa vivo. Su obra más popular, El africano, rinde homenaje al nómada que fue. Le Clézio ha residido entre África del Norte, Asia y América, e incluso México.
Pero de entre decenas de relatos, El día que Beaumont conoció a su dolor (Editorial Almadía) lo justifica como el galardonado autor que es. Su protagonista, a partir de un malestar corporal, comienza a cuestionarse aspectos de la vida que no tenían mayor importancia hasta entonces.
Al puro estilo del autor, el suceso más nimio inicia una revolución existencial que únicamente él mismo puede frenar. Beaumont tiene la peor madrugada de todas, y aunque sobrevivirla piensa que depende de otros, está solo.