La frase clásica “Por la razón o la fuerza” (Aut consilio aut ense) que representa una de las máximas del Estado de Derecho, nos viene por herencia del Imperio romano.
Representada por la balanza y la espada, apela a la Justicia como derecho.
Sin embargo, es también de todos sabido que sin la fuerza o capacidad necesaria, pretender que se imponga la Justicia es tan inútil como risible ante la ley del más fuerte.
No obstante, pareciera que algunos pasan por alto esta verdad y se olvidan de su realidad, dando oído a charlatanes que solo buscan el engrandecimiento personal—y el lucro— jugando con la opinión pública.
Tal es el caso de Cuauhtémoc Cárdenas que, cobijado como “líder moral de izquierda”, pretende embaucar a muchos para promover su libro Cárdenas por Cárdenas, presentando una demanda a través del abogado Guillermo Hamdan Castro para exigir la anulación del Tratado de Guadalupe –Hidalgo, firmado en 1848, en el que México perdiera más del 51% de su territorio tras la invasión norteamericana de 1846.
Aprovechándose de la polarización anti-Trump entre los mexicanos—lo mismo que del despliegue cínico de xenofobia histórica, viralizado en los Estados Unidos tras las elecciones del año pasado—Cárdenas juega astutamente una baraja que de antemano sabe perdedora al pretender promover esa demanda y hasta una indemnización en oro ante la Corte Internacional de La Haya (cuya jurisdicción aquél país no reconoce de manera alguna) por el usufructo del territorio despojado por más de 170 años, aludiendo las violaciones al mismo por la nación de las barras y la estrellas.
Y al grito de “Unámonos ya”, llamando demagógicamente a la defensa del petróleo y la soberanía nacional, el susodicho ha ganado por partida doble: jugando dolosamente con la ignorancia de muchos, lo mismo que con la estulticia vergonzante de los opinólogos mexicanos, para venderles su autobiografía.
Si al sempiterno consentido de “izquierda” del sistema le importara la defensa de la soberanía, empezaría por su casa reintegrando al erario todos los bienes que su padre (mejor demagogo que él) robó a la nación desde su farsa de “expropiación petrolera” en beneficio de los Estados Unidos, junto con los latifundios (tierra adentro y en las costas de Guerrero y Michoacán) de los que se hizo a través de prestanombres.
