Desde que el capitalismo y la libertad rigen al mundo, finales del siglo 18, la esperanza de vida casi se ha triplicado, la alfabetización ha crecido en más de seis veces y la pobreza extrema se ha reducido en más de 70 puntos porcentuales.
Sin embargo, algo ya no está funcionando. La confianza en la libre empresa ha venido decayendo y cada vez son más personas que quieren un cambio de modelo.
La creciente desigualdad indigna a la población, no sin razón, que ahora sí tiene medios de manifestarse y ser escuchada.
El sistema de libre empresa está en riesgo, y con ello nuestras libertades, y lo peor es que no se vislumbran alternativas viables.
Pero sí existe una opción, poco conocida al momento: el Capitalismo Consciente.
Actualmente, todos quienes tienen relación con el negocio son utilizados para alcanzar el fin último: mayores ganancias.
Los trabajadores, los proveedores, los clientes, la sociedad, el medio ambiente, todos son explotados para otorgar el máximo rendimiento a los inversionistas.
El Capitalismo Consciente se trata de que todos ganen. Exige no explotar, sino servir a los demás.
Si la empresa quiere ganar, primero tiene que dar. Un nuevo sistema basado en la confianza, en el cuidado de todas las partes, en la integridad y la lealtad.
En México existen ya empresas que aplican sus principios, su objetivo manifiesto no gira en torno a las utilidades o crecimiento, sino en la satisfacción de sus empleados, clientes y proveedores.
Lo más maravilloso de todo es que cuando se tiene como prioridad el bienestar de los demás, las ganancias llegan por añadidura.
Al final de cuentas, la lealtad, el cariño y el respeto se vuelven recíprocos.
Si todas las empresas asumieran este modelo de responsabilidad social, otro gallo nos cantara.