La difícil situación de Grecia, ahora en moratoria por no cubrir su gobierno en la fecha correspondiente un pago por la deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional, provoca la reflexión sobre un hecho lamentable que no sólo acontece en el citado país, sino en muchas naciones más, y entre ellas, México; que es operar con recursos económicos ajenos la administración de un gobierno.
Desde el pasado sexenio gubernamental, la situación sobre la deuda contraída por los Estados y municipios del país, por sus dimensiones, era preocupante, y después de algunas imprecisiones, el Congreso de la Unión al tomar cartas en el asunto, dictaminó que las entidades consideraran su solvencia para afrontar los compromisos crediticios en presentes y futuras deudas, y que para el pago de las mismas, no sean utilizadas las asignaciones de los fondos federales.
Es preocupante y lamentable que el Congreso de la Unión no haya propuesto a las entidades establecer una suspensión temporal actual para contraer créditos, en tanto no sea cubierto el monto económico adeudado de los ya existentes. Y también el no exhortar a las instituciones crediticias para que realicen un análisis previo sobre la situación financiera de los Estados y municipios, y decidir si es factible o no otorgar más créditos.
El afán comercializador de las instituciones financieras de mayor o menor tamaño, provoca a las mismas, otorgar créditos a diestra y siniestra sin interesarse por la solvencia de sus acreedores para después indignarse por el impago de las deudas contraídas.
La deuda griega si ha puesto en crisis los mercados financieros internacionales, también ha estrangulado la vida de su pueblo dejándole como legado un futuro incierto.
